Se va la concejala lepera que posó para la posteridad como su madre la trajo al mundo en las arenas de La Antilla. Un poco cabreada con la reacción generalizada (yo alcancé a verla en dos periódicos hispanoamericanos), como si fuera posible otra reacción ante su estupendo gesto, reacción que ella califica de “ridícula y surrealista”. En fin, las cosas de la vida, aunque no faltará quien lo lamente pensando que para una vez que hay algo que ver en la política ya ven qué poco ha durado. Pero ya en serio, a uno le parece que esa edila ha derrapado por la izquierda a propias y extrañas poniendo en evidencia, con el extremismo de su imagen, a un cierto feminismo confuso que dista de tener claro qué es lo apropiado y qué lo impropio en esa delicada materia que es el uso de las “armas de mujer”. No veo yo gran diferencia de fondo entre la decisión de una candidata de adecuar su cartel subrayando sus patas de gallo y el desnudo de una concejala que quiso llamar la atención.