Nada sugiere mejor el abuso demagógico de las mayorías parlamentarias que su oposición a permitirse a sí mismas investigar las cuestiones oscuras provocadas por sus propios partidos. Nada ilustra mejor la naturaleza del “régimen” de Chaves que el hecho de que en diez años haya impedido que el Parlamento soberano metiera las narices en nade menos que 53 casos más que sospechosos, lo mismo sobre el chanchullo urbanístico –tan incómodamente próximo a altos personajes del partido—como a los vergonzosos procedimientos usados para otorgar subvenciones (el caso del Ayuntamiento de Sevilla y sus facturas falsas se llevaría la palma en este sentido), pasando por los incendios forestales, los “pelotazos” de Canal Sur o las innúmeras contrataciones a dedo. ¿Por qué no quiere Chaves luz ni taquígrafos, cómo es posible que el electorado no perciba esta estrategia sistemática de ocultación? Hasta el TC ha debido hace días decirle a la Cámara andaluza que no es quien para impedir que las peticiones alcancen siquiera el pleno. Pero, de momento, ¡53! líos han sido enterrados en un decenio.
Relacionen este hecho escandaloso con el debate que se traen en la parte de arriba, a propósito del voto cautivo. Si en Andalucía hubiera vergüenza no podría un partido tapar con medio centener de mantas otras tantas ollas podridas.