Hay teletipos que te dejan sin resuello. El de antier, por ejemplo, reproduciendo las declaraciones que el ex-ministro Barrionuevo ha hecho sobre Garzón, que fue quien le cogió las vueltas haciendo posible que lo condenaran a una dura pena como secuestrador cuando los enredos del GAL. Se pregunta el condenado cómo es posible que en el ámbito del PSOE haya quien defienda ahora a Garzón y cómo lo es que los mismos que pusieron el grito en el cielo contra las presiones ejercidas sobre los jueces cuando el viento soplaba del Este monten el número que han montado en la Complutense con sindicatos, juristas y titiriteros presididos por todo un Rector Magnífico. Si Garzón tanto hizo, queriéndolo o sin querer, a favor del triunfo de Aznar –continúa cavilando–¿por qué lo defienden ahora desde el PSOE? Ya les digo, sin resuello. Es más, Barrionuevo afirma rotundo que Garzón es un golpista (y lo explica), y que utiliza el poderío del juez para sus fines privados, lo que lo convierte en un prevaricador. Así, a pelo, sin anestesia. ¡Hay que ver lo decisiva que resulta la dirección del viento! A Barrionuevo le pareció inobjetable el homenaje que el gonzalismo –por la cuenta que le traía—le organizó a las puertas de la cárcel alcarreña y ahora le resulta escandaloso que los mismos que lo aclamaron a él defiendan a quien lo persiguió hasta la celda. ¿No llevará un poco de razón, esta criatura? Porque si nos fijamos, ahí están los memoriosos recordándole a El País el título definitivo de un editorial de aquellos días vilipendiando al juez-estrella (“De la política a la toga, como con Franco”) o a Chaves aquello que dijo de que Garzón era “una mala persona” y que eso no se cura, de tal manera que parece que el país (el real) ha enloquecido y que ya no hay quien entienda nada en medio del guirigay. España va siendo hoy un inmenso nosocomio sin puertas, un loquerío sin camisa. Y lo que es peor, un amnésico que ha perdido el recuerdo de su peor enfermedad y se desvive por pillarla de nuevo. De piedra me he quedado, palabra.
Lo de menos es el destino de Garzón, el ajuste final de su “virtù” con su “fortuna”, me parece a mí. Lo demás, es el espectáculo cada día que pasa más inquietante de estos giros de veleta que traen a la opinión como puta por rastrojo. Y el guerracivilismo, la marca de Caín, el rumor creciente que va sonando ya en clave prebélica, incivil, obcecada, el maniqueísmo de buenos buenísimos que al día siguiente son declarados malos de solemnidad. Ningún exceso de Garzón como el de pedir la fe de vida de Franco. Pero, miren por dónde, a lo peor resulta que Franco nunca murió del todo, al menos en el espejo rencoroso.
Asombroso y aleccionador. En la política cabe ya todo. Pero verán como González, o Glez. o «Pte.» o «señor X» no habla. En boca cerrada nop entran moscas. Si Garzón llega a atenerse a este refrán mejor le hubiera ido.
Tengo la impresión de que el juez de referencia intuyó, con su perspicacia, que por los espacios andan pelotones de almas que van detrás de un «Guía de Grupo» -leanse las Memorias del espiritista mallorquín Padre Germán- y por eso Garzón dudó de que un general liante. anduviera guiando su escuadra almifica para armar otro follón. No sigo…Ya dice bastante la columna de hoy y a mí me duele andar con metaforas e ironias cuando aquí hay más que politicos ladrones. que nunca Y no me vale el «como siempre» porque habrá habido aprovechados en el «oficio» pero tanto tonto metido a autoridad y llevandose lo que otros necesitan que yo sepa, no.
Si yo fuera el señor Barrionuevo también estaría cabreado. Si yo fuera el señor González me estaría calladito porque fue exonerado del proceso de los GAL por un juez, E. Bacigalupo, que había sido designado por él mismo.