El verano ha sido pródigo en camelos periodísticos, básicamente difundidos en Internet, mentiras amables o escalofriantes que luego ha habido que ir desmintiendo una a una, hay que suponer que ya sin garantías posible de remedio. Los periódicos compiten ahora, cuando la luz quebrada anuncia ya el otoño, en desfacer esos entuertos que cuentan con la credulidad humana y con el curioso prestigio de los medios para llevar a la opinión cuentos de todo tipo que, por lo general, gozan de una notabilísima capacidad de penetración. Claro que hay noticias y noticias, unas agradables o tonificantes, otras antipáticas y deprimentes, aunque a la prensa poco escrupulosa le de lo mismo su índole porque ya advirtió Henry de Montherlant que anunciando buenas nuevas se convierte uno en amable pero que difundiendo las malas se vuelve uno importante. Se nos ha dicho, por ejemplo, que los telefonillos móviles sirven, además de para engorilarnos, para tostar con sus radiaciones los granos de maíz y convertirlos en palomitas, o que un ‘hacker’ adolescente había previsto la colisión fatal de un asteroide y nuestro planeta al corregir por su cuenta los cálculos de la NASA, curiosidades que llegaron a disfrutar de un éxito considerable en la difusión, tal como la inquietante noticia de que la mafia rusa habría comprado a otro as informático los ficheros de clientes de una importante cadena hotelera y que pensaba sacar una fortuna la subastándolos al mejor postor. Mil y una bobada, ciertamente tan imaginativas como audaces, cuyo valor reside más, a mi entender, en haber puesto en evidencia la escasa fiabilidad de la prensa tomada por los lectores como medios serios, que en los posibles efectos que hubiera podido causar la difusión misma. Se ha dicho que la credulidad hace más milagros de los que la impostura pudiera soñar.
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Durante la Edad Media y hasta muy avanzado el la Moderna proliferaron como setas los centones que recogían “maravillas” y “prodigios”, una literatura que es de justicia recordar que tuvo una espléndida acogida en los medios cultos y fue reelaborada en textos serios hasta muy tarde, incluso por gente –como recordábamos ayer—tan desmitificadora y combativa como Feijóo, dispuesto en plena batalla contra la superchería, a perder su valioso tiempo en torno al monstruo bicípite de Medinasidonia o la donosa ocurrencia (tan vieja como la Tana) de la transportación milagrosa de cierto obispo entre otras fantasías por el estilo. Es asombroso, en definitiva, el poder de la patraña, la capacidad de la media mentira o de la entera y plena para abducir la fe del rebaño, tan reacio, por otra parte, a admitir las verdades de la razón o de la ciencia. Pero sobre todo es asombroso e inquietante el poder mediático, la capacidad que tiene la información para penetrar hasta lo más recóndito el desconfiado almario colectivo. La mera sugestión de que la llegada a la Luna habría sido un montaje de la NASA cuenta con una legión de adeptos irreductibles a cualquier racionalización, sobre todo después de la oscura historia de la pérdida de materiales fotográficos relacionados con el hecho por parte de la Agencia. ¿No ha hecho fortuna la peregrina tesis de que los merovingios serían los descendientes directos del Cristo y María Magdalena, la más burda reescritura de la leyenda del Grial de que haya noticia? En USA hay millones de idiotas que sostienen que Elvis Preysler anda vivo aunque oculto a sus fieles. Está claro que lo grave no es la falsedad episódica, ocasional, ni la mentira deliberada, sino ese fondo de credulidad con el que los trujimanes de la información navegan bajo pabellón falso por los medios tradicionales o por el océano cibernético. Es posible que el personal necesite esas “maravillas” como nutrientes de su cotidianeidad. Lo acabamos de ver este verano como lo veremos el próximo.
Si todo el año es carnaval, ahora el verano ‘informativo’ va del 1 de enero a nochevieja. Los medios serios, me temo, van quedando reducidos a los dedos de la mano de un amputado por encima del codo.
Entre los que se dejan meter un gol mientras siguen el vuelo de una butterfly a los que ‘comen su pan de mano ajena, siempre mirando la cara, si la pone mala o buena’, los que pretenden impartir doctrina urbi et orbe o imponer ‘su verdad’ a tirios y troyanos, me quedo con… ninguno.
Me limito a comparar la letra gorda de varios, a comparar lo que sale en unos y no en otros y viceversa y a leer artículos de opinión (poquitos) sobre alguien que me infunda (algo de) confianza.
Antes había romances de ciego, cuentos de camino y luego leyendas urbanas. Ahora internet es una selva en la que no llevo machete, pero por la que me aventuro poco, mu poquito, casi ná. (El Beni).
Eso sí, los miércoles son fiestas de guardar y casi siempre, casi, que luego se obvian palabritas, suelo comprar una revista catalana que tiene nombre del día siguiente. Sí, la de los dos artistas, el Obrero Mayor y la Chatunga, haciendo el perrito.
En ella leo algo interesante de cuando en vez. Por ejemplo, que ni un solo ayuntamiento ha presentado el plan obligatorio para controlar la agresión acústica y que la UE está en la duda de si multarlos a todos. Fíjense que en ese fanzine, publica alguien tan serio como Guillermo.
Elvis vive y JFK sigue vivo en estado vegetal. Y yo cobro tanto cada mes como el 0,7% de lo que gana Botín. Y si cuela, cuela.
Soy una chica muy crédula , pero basta para que lea algo en la prensa o que lo digan los medios para que desconfie. Me viene de familia. Mis padres me enseñaron a desconfiar de lo que leía, de lo que se afirmaba y eran muy críticos respecto a la» verdad oficial».Quizás demasiado. Yo eso lo tenía siempre muy presente. Hasta tal punto que cuando nos tocó estudiar el Renacimiento, y el profe de historia nos enseñó los castillos del Loira volví a casa y les pregunté a mis padres si aquello también era una patraña. Se rieron mucho. A mí ese detalle, hoy me hace reflexionar porque creo que , poco mas o menos, sigo en la misma situación que cuando era niña. Quiero decir que tengo muy claro que yo sola, por mi simple conocimiento y buen criterio no soy capaz de decir siempre si esto es verdad o mentira. Hay campos y situaciones en donde sí, puedo ver que me están mintiendo, pero muchas veces cosas extrañísimas han resultado ser verdad y cosas que parecían pausibles y eran aceptadas por la mayoría resultaron ser patrañas.
También tengo muy claro que los círculos cercanos al poder, del país que sea, tienen posibilidad de mentir, transformar y manipular la verdad, hacer correr bulos, maquillar informaciones o darle demasiado importancia porque su objetivo es conservar o incrementar su poder ( Y no, en absoluto, servir a su patria o a su pueblo) Por eso siempre ante tal o tal información o noticia sigo haciéndome la vieja pregunta «¿Quid prodest?»
Besos a todos.
Por lo visto es «cui prodest»» Ustedes perdonen.
Para su tranquilidad, mi doña Sicard del alma, le diré que el dativo singular de qui, quae, quod, lo aprendí y siempre lo escribí como »qui». El genitivo sí se escribía como »cuius». Y como en gabacho, el signo de la interrogación solo va al final. (Estoy segura de que todo esto usted lo aprendió bien y en su día en un buen colegio y hoy ese error ‘no es de suspenso’. Sé que me la juego porque en este casinillo participan latinistas de mucho fuste).
Besos también para usted. Y para todos.
NO TENGO POR MAS QUE AFIRMAR LA CONTUNDENCIA DE ESTE ARTICULO, HASTA NOS HAN HECHO CORRER EL RUMOR DE QUE GIL SIGUE VIVO
UN SALUDO