Se va Griñán. No quiere verse reproducido en el daguerrotipo de Camps aunque, en perspectiva, éste resulte ahora un pringao, al menos por lo de los tres trajes, si se le compara con tantos ciento de miles de millones de las antiguas pesetas como aquí se han gestionado al margen de la Ley. Como senador o como simple retirado –el retiro de un Presidente en Andalucía es de ensueño—siempre le será más llevadera la cada día más inminente imputación. Si se quedara estaría expuesto a un pimpampún que ríanse ustedes del valenciano. Por eso ni aguarda a convocar unas primarias sino que quema etapas y consagra a su sucesora a puro dedo, es decir, como ya lo fuera él mismo. La parte fea del espectáculo empieza, de hecho, ahora, cuando el sumario permita leer en plata la letra pequeña de este asalto a la caja y este supremo desprecio de la legalidad, cuando vayan siendo vistos de cerca y con detalle el ex-director /buco, el chófer de la coca y los conseguidores bufos o de cuello blanco que han hecho fortuna, por la sencilla razón de que se lo han permitido. Griñán no quiere verse en esa oscura foto de familia en que la imputación iguala a los retratados en un único mosaico. Por eso se larga sin esperar siquiera a que retiren los platos del festín. Eso que lo haga la sucesora que tiene, ciertamente, todo que ganar y nada que perder. Él es un político con ínfulas y no se ve en la foto con Monipodio. Aparte de que, desde fuera, con fuero o desaforado, se desactiva no poco el escándalo. La juez Alaya, ésa misma que no iba a ninguna parte (lo sostenían hasta sus colegas) va a cobrarse la pieza mayor en esta montería. Y Andalucía ha de pagar los platos rotos, el dinero que desapareció de la registradora que nadie va a reintegrar, el tiempo perdido e irrecuperable, ya lo verán. Ella, Andalucía, sí que es “different”. Aquí se hacen las cosas a lo grande o no se da un palo al agua.
En tres decenios largos, la autonomía tendrá, pues, cuatro Presidentes, tres de ellos impuestos a dedo, dos defenestrados desde Madrid y uno ahuyentado por la Justicia, como Camps el de los tres trajes, todo un “régimen” que pasa de elecciones o no respeta sus resultados. ¡Y qué más da! Aquí el hábito hace al cargo. En otro supuesto, Griñán tendría que aguantar todavía mucho granizo y su sucesora –una “oblata” de partido, según Leguina—no podría soñar despierta. La sombra de Camps es alargada, por no hablar de la de Urralburu. Y no les quepa duda de que Griñán lo sabe.
Los gobiernos que no tienen por cometido la justicia se convierten en pandilla de ladrones, el clásico dixit.
El Anfitrión mete los codos en el fango y se moja. Con un par. ¿A que el parvo cuitadiño –escribo dese la enlutada Galicia– de N. N., tan silente cuando se habla aquí de mil cosas más importantes que la política, se asoma a soltar su cagarruta?
Y el del pelo tan pintao y los dientes podridos, el de las tetas gordas, ya saben, ¿va a seguir de copresidente? Porque igual un día la Susanita que tiene un ratón se pone un día de brazos en jarra y… lo mantiene ahí por la cuenta que le tiene. (¿Que se pensaba alguno, que iba a decir lo contrario? Ju, ju).
Triste historia, excelente retrato. No cabe dudar que hemos tocado fondo en esta partitocracia cleptómana, que no se para en barras. ¡El artículo en el cierre de la última página! ¡Ya era hora!
No se me ponga tan triste don José Antonio, que se le nota y me da no sé qué. Desde luego no es para menos tanta desverguenza.Pero esto no tiene solución.
Besos a todos.