El caso del concejal del PSOE onubense dimitido ante las acusaciones de maltrato por parte de su esposa (y van dos en la provincia, uno de ellos ya condenado) le va a complicar su ya difícil tarea a la nueva candidata a la alcaldía de la capital, de quien el presunto maltratador es colaborador bien cercano. Lo justo sería, sin duda, aguardar a que se aclaren las cosas, pero eso es algo que en política resulta tan poco probable que se haga en Huelva como en su día lo fue en Ponferrada y, en cualquier supuesto, llevará su tiempo y el concejal habrá de quedarse fuera de juego o poner al partido –como ocurrió con el otro caso mencionado—en el brete de “compensarlo” a pesar de la ominosa acusación que sobre él pesa. Quizá se ha llevado demasiado lejos el conflicto de género, es posible que –aunque sin resultados especialmente buenos: ahí está el telediario– se haya hecho excesiva demagogia sobre la violencia varonil, puede que la injustísima ley que castiga a los agresores y no a las agresoras acabe perjudicando a algún que otro inocente y hasta que esa desdicha le toque al partido que más ha aporreado el parche en esta tamboreada. Son tiros que salen por la culata. Seguro que la candidata onubense me entiende divinamente.
¡Y van dos, muy biuen dicho! ¿Qué dicen las mujeres del PSOE de estos agrsores «de género». ¿Premiarán también a éste como al de Aracena? Desde luego, lleva razón (y eso que yo no me identifica muchas veces con sus opiniones): Manuela Parralo lo tiene crudo. Y un ruego: no confunda a los dirigentes del partido, con las bases, que nada tenemos que ver, por desgraia, con sus decisiones.