La historia del profesor de de La Línea que ha sido denunciado por la familia de un alumno mahometano por haber comentado la fabricación del jamón está dando la vuelta al ruedo ibérico y la verdad es que no es para menos. Es cierto que llevamos vistas y soportadas muchas pamplinas en nombre de una tolerancia que, distinguida del respeto y como dijera Goethe, no es en última instancia más que ofensivo desprecio por el tolerado, aunque hay que reconocer que, incluso en ese anecdotario sandio, una denuncia policial y judicial por un hecho docente como ése pasa con mucho de la raya de lo tolerable. No estamos siendo capaces de dar una respuesta razonable al problema –porque es un problema—de la convivencia masiva con inmigrantes de usos y costumbres diferentes de los indígenas, y no lo estamos haciendo por efecto de un complejo de hipersensibilidad que reduce casi a la nada, en la práctica, nuestras posibilidades de mantener el gesto autónomo frente al importado. ¿Hay que ser tolerantes con una población que rechaza como un tabú la ingesta de carne de cerdo mientras que, por ejemplo, no excluye de sus códigos la fatwa del disidente o la lapidación del transgresor? Yo creo que no, y me acuerdo en este punto, aunque de memoria, de aquel aviso tremendo de Helvetius que nos prevenía de estos riesgos advirtiendo que hay un caso en que la tolerancia se vuelve funesta para una nación y ese caso es, precisamente, el de permitir en su ámbito una religión intolerante. Oscilamos, eso sí, entre predicar la tolerancia a tope con el diferente, como si no fuera una evidencia proclamada hace muchos años que la tolerancia se basa en sí misma en un profundo desprecio de los tolerados. Y bien, al grano: en España, como en el resto de Occidente, comer jamón no es malo ni cuestionable más allá de su precio prohibitivo, y el hecho de en otras concepciones religiosas sea considerado tabú no debe importarnos más que cualquier otra ocurrencia curiosa. Resulta bien fácil abstenerse de esa ingesta. Lo intolerable es que se pretenda imponernos la férula del tabú.
No es precisa mucha antropología para concluir esas razones, basta con el sentido común. Al inmigrante que le moleste el uso generalizado en su país de acogida no le queda otra que adaptarse –lo de “integrarse” es un desideratum o un camelo—del mismo modo que un español (y no digamos una española) ha de adaptarse al estricto código consuetudinario si viaja a un país islámico. ¡Una denuncia por hablar del jamón en clase! El hecho migratorio no ha sido bien entendido en España, evidentemente, ni por los recibidos ni por los receptores.
La xenofobia no tiene que ver con el sentido común. Si yo vioy na una casa y advierto algoi que me desagrada no lo proclamo, en todo caos me voy. Hay que tener en cuenta que estos excesos no hay que atribuirlos a los que los cometen sino a quien se los viene consintiendo hace mucho tiempo.
Incomprensible. Hemos llegado a extresmos que no hubieran podido ser imaginados por el más alarmista. Cualquier día nos exigen que cocinemos el cocido o la fabada con lechuga. Estos rasgos de primitivismo son incompatibles con la civilización occidental que, ppor cierto, es la única que hay, al afimrar lo cual no practico ningún «centrismo», sino que insisto en la idea de que la Humanidad ha ocnocido dos estados: el pre y el postcivilizatorio.
Qué agregar… Un caso límite que no es casual. Los multiculturalistas han organizado un lío considerable del que cada día nos costará más salir. Estas cosas no son pensables siquiera en Francia o en Alemania, ni en la misma Inglaterra, cuyos problemas de inmigración son más graves posiblemente que los nuestros. Por ahí no han perdido el Norte. Por aquí, sí.
El día que nos prohiban en casa rezar el padrenuestro será demasiado tarde.
Es que es de risa…..
Tengo unos amigos, cuya hija se ha casado con un musulmán. Me explicaba el padre que el otro día estaba él comiendo cochino asado y metió el cuchillo con el cual había cortado al carne en el bote de la mostaza y la hija le increpó diciendo que si ahora ella comía mostaza ya no estaría pura para su marido !!!!!!!!!!! Y es una mujer inteligente y sensible pero parece que le han lavado el cerebro.
Feliz nochebuena a todos.
Millones de años evolucionando no cambian al homínido ni lo separa del mundo animal.
El HECHO cultural es una ILUSIÓN, ……una QUIMERA.
No se aflija, señor Abate, por más que lleve usted más razón que un santo, porque algo sí que hemos avanzado desde el homínido primordial hasta la misnistra de Sanidad e Igualdad.
El caso del jamón, fenomenal. Me admiro de la labor de este hombre, siempre atento a la actualidad para sacar de ella su moraleja. No me molesto en unirme a mis contertuilios y al columnista porque me parece innecsario.
Aquí se ha confundido la hospitalidad con la puerta abierta, y eso ha dado de sí bastante malos resultados. Recuerden que estas pllémicas comenzaron ya en tiempos de Aznar y no han dejado de crecer, con imanes que se sueltan el pelo, fundamentalistas que reclaman absurdos y teorías falsificadas. ¿Qué alianza de culturas esperan si los posibles «aliados» comienzan por rechazar nuestros hábitos alimentarios basados en simples tabús?
Desgraciadamente, los enseñantes sabem,os bastante de este tipo de historietas que a mí me parece que trascienden con mucho la categoría de anécdota. En los Instis se nos prtesentan con frecuencia problemas de ese orden y, por sistema, la dirección correspindiente no quiere ni oír hablar de protestas profesorales. Hay que tragar con lo que los fundamentalistas vayan queriendo, al menos en la enseñanza. Aunque no en mi clase, por supuesto, ni en las de algunos amigos que nos resistimos a meter el cuello bajo el yugo.
Difícil de hallar ese virtuoso término medio entre xenofobia (que estigmatiza) y xenofilia (que permite quedar estupendamente). Saludos cordiales.