Los datos del paro, los más de 851.000 desempleados andaluces del SAE, que ya verán cómo pasa el millón bien largo cuando aparezca la EPA, arrastran sin remedio el truquismo de la Junta y el silencio sindical. Andalucía no va a salir de ésta con paños calientes, brindis al sol y rutinas administrativas, sino en todo caso, por obra de un vuelco político que permita actuar con verdadera autonomía y acometer las políticas que ya van sacando del pozo a otros países. Alzar la bandera roja, no es catastrofismo; seguir con la mandaga optimista sí que es una responsabilidad que merecían pagar en carne propia quienes la mantienen para justificarse. La situación de Andalucía no es “imparable, es “desesperada”. Mantener lo contrario es pura complicidad.