Mal puede aprobar un ciudadano los abucheos que acaban de propinarle al presidente del Gobierno a las puertas de Doñana. Un respeto. Pero no faltará quien diga, recordando anteriores escraches tolerados, que donde las dan, las toman. ¡No todo van a ser bibianas agasajando en el embarcadero! Ahora bien, lo que no tiene un pase es el silencio oficial de las radios y televisiones controladas por ese Gobierno tapando lo que no es más que el estado de ánimo de la ciudadanía. La sumisión de los medios públicos y su descarado lacayismo constituye el más claro indicador de la avería democrática ya inocultable que afecta a nuestro sistema de libertades.