No salimos del bucle climático. Una y otra vez reaparece la sequía acaso en cada ocasión de modo más alarmante. No hablemos de la “pertinaz” a la que Franco endilgaba la hambruna de postguerra. Más cerca tenemos las recientes: la que en su día amenazó a la Expo, la feroz que arrasó el paisaje en el año 95, cuando salimos del desastre gracias, sobre todo, a la generosidad con que Huelva compartió sus reservas hídricas con Sevilla y Cádiz. No hay duda de que el rechazo al “costismo” pantanero de la Dictadura le debemos la dejadez de una política hidráulica nada entusiasta. ¡Pantanos para qué! En aquel 95 proclamó el ministro Borrell su memorable frase: “Es inútil construir pantanos… si no llueve”. ¡Tomen del frasco! Y en ésas estamos de nuevo sin vislumbres siquiera de cambio en la mentalidad. Es un error creer que Doñana es el único problema.