Caída en Palos de una empresa fresera que empleaba ilegalmente a inmigrantes y los hacía trabajar a sus plantillas “sin las mínimas condiciones sanitarias y de seguridad”. Un buen golpe, ciertamente, pero también un aviso sobre una realidad presentida que, en localidades tan pequeñas, resulta impensable que pasen desapercibidas. Es al propio sector al que interesa sanear el trabajo y el que debe exigirse a sí mismo –si fuera posible, y probablemente lo es, sin necesidad siquiera de que la autoridad intervenga– no sólo porque es de justicia sino por la cuenta que le tiene. Hay éxitos como el comentado que demuestran que cuando la autoridad quiere se descubren los montajes por sofisticados que sean, y hay que insistir en que, en nuestros reducidos y cálidos pueblos, es poco menos que inconcebible que se produzcan abusos como el ahora desarticulado sin que se entere quien manda. En el sector fresero y fuera de él, por supuesto, como bien saben muchos onubenses sin salir de sus respectivos pueblos.