“Volisne cum me mathematicis tweetere?”. No se pierdan el macarrón que un audaz profesor de matemáticas, Charles Boubel, que enseña en Estrasburgo, ha propuesto a algunos colegas y alumnos abducidos por las llamadas “redes sociales”, con el bizarro propósito de enseñar sus teoremas en un latín adecuado a la postmodernidad. Se lo he comentado al maestro Francisco Socas, el latinista sevillano cuyo Lucrecio acabo de releer (como él sabe) admirado de sus rigores de editor erudito y algo tembloroso ante el intensísimo debate moral que encierra esa obra insigne, sobre todo para quienes nos movemos alentados por algún tipo de pulsión trascendental, recordando, de paso, la aventura jerezana del latín hablado que alientan entre sus alumnos profesores como Juan José Cienfuegos y otros. Es curioso que nuestros docentes de clásicas no sean ya una especie en extinción a pesar de la tenacidad con que desde el Poder –no de éste, de todos, ¿eh?– se viene tratando hace años de desmochar por las bravas ese árbol del Bien y del Mal que crece abandonado en el centro de nuestro asilvestrado paraíso cultural, reduciendo en lo posible la conservación y el aprendizaje de esa lenguas que por algo se designan maliciosamente como “muertas”. “Menos latín y más fútbol”, enfatizaba el ministro Solís, “la sonrisa del Régimen”, ya en las postrimerías de la dictadura, pero hay que admitir que sus sucesores demócratas no le han andado a la zaga a la hora de despreciar esa auténtica introducción a la lengua –y en consecuencia, al conocimiento—y de arrinconarla en el soberado de nuestra casa en ruinas. Y más curioso todavía es que tengamos como tenemos tan eminentes especialistas en medio de este erial, que llevan camino –Ramírez de Verger, Ana Vegas, Eduardo Valentí, Lisardo Rubio, Pérez Jiménez y tantos otros—de heredar por derecho propio al eximio grupo de sus maestros de la generación anterior. Saber más que Briján se decía tal vez por referencia a Nebrija (o a Brixiano) cuando todavía se guardaba al latín el debido respeto.
¡Twittear en latín el teorema de Pitágoras! Miro a mi nieto desde la triste certeza de que en su día tal vez se pregunte por qué su abuelo leía y subrayaba a esa pléyade vieja de griegos y latinos, pero no pierdo del todo la esperanza de que nuestros hercúleos clasicistas se las avíen, como este Boubel, para sobrevivir a la postmodernidad, ellos que suelen abominar del latín eclesiástico para apostar por Cicerón.
Ese neolatinismo tweetere, del profesor Boubel destila una ternura cuasi infinita. Podía usted, mi don Anfitrión, dejarnos si la conoce, la dirección tuitera del ilustre gabacho por hacernos sus seguidores.
A mi párroco actual, viejo cura de misa y olla, creo que ya se le ha olvidado hasta la fórmula de la consagración latina pero se arranca al cante con un Sanctus en galego que culmina con ‘Hosanna no ceo’!.
Ingenuo de mí me voy al «De rerum natura» y me deprime comprobar cómo al intentar adentrarme en
Aeneadum genetrix, hominum divomque voluptas,
alma Venus, caeli subter labentia signa quae mare navigerum… no me entero de casi ná porque lo poco que supe lo olvidé entre tanto dislate que nos come.
Genial, lo del «Hosanna no ceo», real como la vida misma en este país que se está cuarteando. Comprendo que se mantengan ternes en la pregunta «¿Para qué sirve el latín?», entre otras cosas porque su idea de la cultura es superficial y creen que comienza poco después de Bismarck. No se resistan que es peor: acabarán eliminando las «clásicas» de nuestro Bachillerato y, en su día, harán lo mismo con la carrera de la especialidad.
El latín macarrónico nunca fue lo mejor, pero esa iniciativa francesa tiene su gracia. Ya conocíamos la aventura de esos profesores andaluces que enseñan a sus alumnos a «hablar» latín conversacional. Pues bien, no creo que nada salve al latín y al griego de su crisis final. Éste es otro mundo o eso creen quienes lo dirigen. No hay más que ver a esos niños jugar con sus «nintendos» y demás aparataje con la facilidad del experto. ¿De verdad creemos que esas criaturas van a pararse a aprender las declinaciones.
España es país de grandes maestros en la materia y lo va a seguir siendo por lo que se ve. El latín no será considerado nunca como una necesidad cultural en una sociedad utilitarista que ha hecho de la especialización el modelo de su desarrollo materialista.
Iohannes Cienfuegos Hispanus tibi salutem plurimam dicit
Ingentes gratias tibi, amice mi, referre debeo non solum ego sed omnes qui Latinitatem et Graecitatem colimus et quibus cordi sunt litterae illae. O sea, que todos los amantes de las humanidades te debemos gratitud por tu constante apoyo, querido amigo. Mientras queden humanistas de tu talla las belles lettres jamás desaparecerán y tu nieto tal vez algún día se acuerde de ti cuando aprenda de algún profesor el amor a la libertad de los griegos y el concepto de lealtad y de honestidad que tuvo Cicerón, junto con la fina sensibilidad de Ovidio y la lírica.
Plurimum vale tu tuique!
Amén, señor don Cienfuegos, pues bien conozco la afición que nuestro amigo tiene a esas letras que los bachilleres y los barberos llaman «muertas». Me consta de que, en alguna ocasión, le costó un encontronazo, audaz por su parte, con un prohombre de nuestra política con mayúsculas. Con lo que no estoy conforme es con la esperanza de que esas letras subsistan. me consuela únicamente que «Adjutorium nostrum in nomine Domini».
Qui fecit coelum et terram.
Deus qui laetificat iuventutem nostram.
Pax vobis.
Pero qué placer leerlos todos! Je bois du petit lait!
Besos a todos