Los Rectores Magníficos anteriores a la democracia eran, salvo eximias excepciones, funcionarios de la dictadura. Los actuales, también con sus excepciones, suelen ser comisarios de la Junta regional. El flamante de la Universidad de Sevilla, por ejemplo, dio un cante que para qué con un discurso de investidura que no hubiera superado el propio Consejero, un auténtico mitin contra el Gobierno de la nación que ahora acaba de repetir acusándolo de la ruina que van a provocar sus recortes. No debe de acordarse ya de la ruina en que metió a su Universidad, siendo él Vicerrector, esa biblioteca fantasma que ahora habrá que derribar por orden de la Justicia, ni de lo mal que quedan, no sólo la suya, sino todas nuestras universidades en el ránking general. Hay que mejorar nuestra “alma mater”, empezando por despolitizarles la cabeza.