Anda muy mal la cosa del Poder, o mejor, del liderato. Se suceden los estudios de su crisis profunda desde Hispanoamérica hasta la UE pasando por el resto de lo que antes se consideraba “tercer mundo”. El problema de fondo –el fracaso de la política, el desprestigio de lo público– no es nuevo, pues desde los años 60 no ha cejado el interés de lo que Raymond Aron denominó la “crisis del leadership” y los intelectuales del kennedismo –desde Schlesinger Jr. a Henry Kissinger—observaron con preocupación bajo la “prueba” del siglo XX. Para que se hagan una idea, imaginen lo que supone que sólo dos líderes nacionales gocen hoy de un índice alto de prestigio: son el bárbaro que gobierna Filipinas y el nuevo zar ruso. ¿ Y se han fijado en la foto fija de quienes están aquí en el poder? Pues si es así, no les digo más.
Hay quien no ve en el horizonte europeo más liderato sólido que el de la señora Merkel, que hace unos días se ha plantado exigiendo que, puesto que en USA y Reino Unido se está vacunando ya, se vacune también sin demora a los europeos continentales, lo cual teniendo en cuenta que la vacuna utilizada parece haber salido de los laboratorios alemanes, resulta cuando menos razonable. Merkel ha sobrevolado ya varias crisis en estos quince años y si cabe la crítica de su generosa actitud ante la provocada por la inmigración, su volantazo sanitario y su apoyo al plan de mutualización de la deuda (en adelante sería la UE y no los países los endeudados) la han relanzado una vez más. ¿Por qué insistirán sus críticos en significarla como “la chica de Kohl”?
Produce escándalo sobre el estupor comparar a la Merkel con el muestrario actual de mandatarios que soporta la política mundial. ¿Es posible medir la que fue llamada “conciencia de Europa” o la que actualmente encarna de manera excepcional la dirigencia europea con esa tropa de Bolsonaros, Chávez, Obrador, Orban, Erdogán o el propio Sánchez? No, y esa conclusión conduce en línea recta a la cuestión de si semejante envilecimiento estará acaso revelando una alarmante crisis íntima del sistema democrático averiado sin remedio por los populismos. La Merkel que galopa a lomos de ese tigre que es la “Grosse Koalition” deja atrás irremediablemente a los mediocres surgidos de la gusanera postmoderna. Cuando al terminar su mandato se vaya en 2021, la vida pública europea habrá de aceptar una orfandad de momento inimaginable sin haber alcanzado siquiera la inmunidad del rebaño.