Mi amigo Lolo Guerrero, adelantado de las Islas Afortunadas, me envía un billete que circula por Internet y que revela la naturaleza realmente hipostática del dinero y, en consecuencia, la relatividad de toda crisis. Cuenta el billete la historia ocurrida en un pueblecito turístico asolado por el mal tiempo y en el que, como consecuencia, todo el mundo debe dinero a todo el mundo. Al pueblo llega un ruso (nótese que la fábula ya no habla de un yanqui) forrado de dinero, que entra en un pequeño hotel con encanto y, tras anunciar su propósito de alquilar una buena habitación, deposita un billete de cien euros en el mostrador antes de iniciar su inspección por las instalaciones. Nada más ver el billete, el sorprendido recesionista lo agarra y sale despepitado a saldar su deuda con el carnicero, el cual hace lo propio y, sin demora, se dirige al granjero que le suministra el género con la intención de saldar la suya, dándole a éste la ocasión, a su vez, de correr a pagarle la propia a su desesperado vendedor de piensos, a quien debe la tira. Por su parte, el del pienso, ve clara la ocasión de ponerse al día con la generosa prostituta a la que debe varios servicios fiados, y a ella vuela billete de cien euros en mano, sólo para que ésta aproveche la ocasión y vuele a liquidar con el hotelito las deudas pendientes por sus últimos albergues. Pero justo en ese momento el ruso vuelve de su vistazo a las habitaciones y, declarando que ninguna es de su gusto, recoge su dinero y se va por donde vino, dejando tras de sí, como por encanto, un pueblo liberado de sus deudas. Nadie parece haber ganado, nadie habría perdido tampoco, pero la crisis ha pasado como pasa el nublado para que salga esplendoroso el sol: gratis total. Ustedes no se lo van a creer pero mi amigo anda pensando muy seriamente en hacer la prueba…
Pienso que la teoría que encierra esta fábula con moraleja no es menos consistente, en todo caso, que la vaina de los “brotes verdes” con que nos ha tratado de alumbrar la pajarilla la ‘vicevice’ del ramo y, en todo caso, incomparablemente más sólida que los diversos pronunciamientos que aseguran ver la luz al final del túnel, sobre todo tras la hazaña del BCE de bajar a ras del suelo el precio del dinero. Lo que tengo claro es que pocas veces la economía real fue tan evanescente y pocas el simbolismo del dinero –que es acaso la prenda más sólida de su naturaleza– campó tan arbitrariamente por sus respetos. Bien pensado, puede verse en esa procesionaria del billete del ruso una ilustración de lo más dinámica del truco implícito en la estrategia capitalista de la crisis, de la imprevisibilidad de sus mecanismos y quién sabe si hasta de su condición camelística. A las ciencias sociales en general, un poco de humor podría venirles tan bien como al pueblecito de la fábula el billete del ruso.
¡Genial! Y con mucho debajo de la línea de flotación, no se crean. Lean despacio y buceen. Pero sobre todo, pasen un buen rato.
Se me ha adelantado D. Max en el calificativo y en el comentario.
Como la procesionaria, todos detrás de ese «ens realissimum» que es el Dinero.
Lo dicho, genial.
Hay un fallo quizá, pues el portero perdería los 100 euros pagados por la prostituta. Pero t´ñengase en cuenta que también los habñia ganado… Además, ese billete que le fue dado por el ruso no forma parte de la circulación en su caso. Lo de «hipostático», perfecto. ja no suele equivocarse en términos tan decisivos.
Divertidísimo y da mucho que pensar, además, sobre esa índole simbólica del dinero y de la economía en general, que cada día parece más imaginaria (¿qué son «futuros», «derivados» y demás productos bolsísticos?). Me ha inflado a reir, pero luego me he puesto, efectivamente, serio para bucer un poco, como se nos ha aconsejado antes, en la profundidad de la intención de ja.
A mi pueblo llegó de fuera, allá en los treinta del siglo pasado una anarquista de los convencidos. Se arrimó al gremio de los hortelanos y estos al principio le criticaban que trabajaba desclazo y desnudo como un pescado. Era vegetariano, hacía excursiones a sitios que le sugerían y profería en las tabernas una profundas charlas que oía la parroquia con la boca abierta. Naturalmente era partidario de dinamitar el sistema, aquel sistema, y empezar de nuevo. Ya saben la fraternidad universal, la abolición de la propiedad y todo eso. Como se necesitaban ciertos instrumentos era experto en determinada artesanía: por eso le llamaban Fulanito, el de las bombas.
Me transmitieron boca a boca una frase suya que hizo furor en el hambre y la penuria de aquellos jornaleros de miserias: «el dinero tenía que ser como los ajos: de un año pa otro, ya no valen».
Bueno… me parece que yo tengo guardado un billete de cien y voy a repetir el experimento en mi pueblito alcarreño.
¡Ay leche! Si es de cien pelas.
Antiguamente el Banco de España y los otros bancos nacionales tenían unos instrumentos financieros como, aumentar a los bancos el coeficiente de caja, devaluar la moneda, restringir el crédito…, que tampoco valían de mucho, porque de donde no hay no se puede sacar pero parecía que se hacía algo.
Los futuros son unas apuestas que el “inversor” hace contra el banco emisor en la que éste siempre gana y cuando el “inversor” gana puede tener por seguro que alguien ha perdido lo que él gana más lo que gana el trilero que legalmente se llama entidad emisora.
Clarinete, mi don Griyo. Eso que dice usted ahí es ‘Lavangelio’.
Cuánto siento llegar tan tarde a tan sustancial y entretenida mesa! Delicioso y qué de verdad en ella! Yo estoy por que el billete vaya perdiendo valor segun va pasando de mano en mano.
Besos a todos
nunca se le ha dado tanto valor al dinero como en la actualidad, bien cierto es que se mira por un euro como nunca. un saludo Don Jose Antonio