Nada, que Chaves no quiere saber nada de la violencia que, con tan inquietante frecuencia, ensombrece la convivencia escolar. Ni siquiera una manifestación como le reciente del Jerez, en protesta contra la paliza de órdago propinada a un profesor, ha conseguido que su consejera del ramo –ésa que sostiene que todo es un invento porque en la escuela reina el “buen rollito” que a la vista está– se niegue definitivamente a que la Junta se persone en los procedimientos seguidos contra los agresores de sus docentes, sino que, todo lo más, accederá a que utilicen gratuitamente, si quieren, los servicios jurídicos de la Administración autónoma. Un escarnio, un desprecio innecesario, que prueba que Chaves ve en el colectivo enseñante, excluida la legión de sus adictos y paniaguados, una oscura legión que no le compensa defender para no aumentar riesgos electorales. Los bárbaros tienen el campo libre y la certeza de que la Junta no tomará partido entre ellos y sus víctimas.
Pues a lo mejor les pasa como aquí, que a fuerza de no defender los derechos de su electorado «natural», es decir el personal docente y los funcionarios, pués éstos se sienten defraudados, traicionados y si ocurre lo que oigo estos días a mi alrededor, pocos votarán socialista.