El presidente Obama, en plena crisis del amago coreano, ha debido hacer un alto en sus tareas para excusarse ante el mujerío por haber piropeado a una hembra, concretamente a la ministra de Justicia de California, Kamala Harris, a la que se le ocurrió requebrar como una mujer “brillante, comprometida y estricta y, además, de lejos, la ministra de Justicia más bella de los EEUU”. ¿Constituyen esas cuidadosas palabras algo que “degrada a las mujeres al ser juzgadas por sus apariencias”? Hombre, yo creo que tampoco es eso y, en consecuencia, no me hubiera excusado de hallarme en su lugar y, encima, ocupado en manejar una crisis atómica. Hace bien poco el “ministro” de Justicia de Andalucía, que además es fiscal, elogió a la juez que instruye el caso de los ERE y las prejubilaciones falsas poniendo de relieve su esfuerzo y su inteligencia para rematar llamando la atención sobre “lo guapa que está” a pesar de tanto esfuerzo, un piropo de lo más venial si se descuenta la ironía, pero ante el que sus feministas conmilitonas guardaron un hermético silencio. Se han llevado las cosas demasiado lejos en esta proscripción del requiebro, hasta el punto de decirse en algún foro de esa cuerda que el piropo “nos abruma y descoloca, lo vivimos como una real amenaza… se transforma en un hecho violatorio de nuestra intimidad” o bien que puede, “dada la violencia del abuso sexual de los hombres sobre las mujeres, aterrorizarlas”, excesos evidentes de un fanatismo sin mejor objeto. Covarrubias decía del requiebro que era “un dicho amoroso y regalado” y una dama tan entera como doña María Moliner constata que el piropo es “cumplido o requiebro dirigido a una mujer”, ni más ni menos. Todo este significado peyorativo es cosa hodierna y sectaria. Descontada la agresión del piropo grosero, por supuesto, el resto es pura ideología.
Habría que inhabilitar a la inmensa mayoría de nuestros líricos si el elogio de la belleza femenina en sí constituyera una falta. Otra cosa es que, desde algunas perspectivas radicales, el inconsciente avise de que la belleza puede ser, llegado el caso, causa o concausa de la elección de la mujer para el cargo. Pero fíjense en Obama, el pobre, abroncado por haberle reconocido su belleza, tras elogiar sus méritos profesionales, a una mujer pública en el buen sentido. O no llegamos o nos pasamos, ésa es la veri, en este mundo arruinado por el tópico y la arbitrariedad.
Lleva usted más razón que un santo (varón). Han llevado las cosas a extremos indeseables, aparte de que no sé qué tiene contra los albañiles, a los que suelen atribuir las groserías. Me gusta su independencia de carácter. Como mujer no me ofende lo que no es ofensivo.
pero qué ridculo! Con lo bonitos, lo ingeniosos, lo graciosos, lo salaos que podian ser los piropos. Yo, desde luego , los echo de menos…aunque a decir verdad sin duda es mas porque he pasado la edad de que me los echen …
Un beso a todos.
El otro día se me ocurrió escuchar grabaciones antiguas de Les Luthiers y me sorprendí por la cantidad de alusiones a la mujer que hoy no pasarían, ni por asomo, el filtro de la corrección política. ¡Cómo pasa el tiempo!
http://www.lesluthiers.org/verversion.php?ID=59
Pero, don Rafa, ¿dónde me deja usted a Garcilaso, al propio don Quijote, a Bécquer? Me ha hecho mucha gracia lo del sambenito de los albañiles de esa Fémina Lógica, y como doña Marta creo que la grosería lo ha sido siempre y la galanura también. Don Sebastián de Covarrubias, de quien don ja sabe tanto, sabía distinguir ese «dicho amoroso y regalado» del exabrupto importuno. Las mujeres no saben lo que se pierden extremando el criterio de la descortesía, pero todo indica que esta moda pasará con el tiempo y algún día elogiar la belleza o ceder el paso dejará de ser como hoy un agravio para tontos/as.