Está dejando el actual (des)Gobierno, entra tantos dislates, algunas perlas que costará olvidar. Por ejemplo, la demagógica ocurrencia de la ministra de Trabajo de confirmar con su decisión la imagen de una agricultura esclavista o la ventolera del pintoresco titular de Consumo al descalificar con cuatro memeces a la industria turística. Ambas han de funcionar, no cabe duda, como una auténtica publicidad negativa a lo largo de la “reconstrucción” de la Andalucía del futuro inmediato que, si Dios no lo remedia, tendrá que defender del desprestigio a sus dos principales sectores productivos. Un daño poco menos que irreparable que demuestra, una vez más, la improcedencia que supone improvisar una clase política cada día menos responsable aunque más ignorante y poner en sus manos nada menos que la vida de una nación.