A nuestra autonomía le faltan mareas. No funciona de verdad, no es propiamente autónoma, sino dependiente de Madrid, entendiendo por Madrid el viejo foco centrípeto que toda la vida ha hecho de la política un teatrillo de marionetas: no son los responsables locales quienes deciden sino que se limitan a actuar movidos por las cuerdas del bululú. Le está ocurriendo ahora a Vox en el pleito de los Presupuestos igual que antes, tantas veces, le ocurriera al PSOE o al PP: que en Madrid mandan y aquí se obedece. O sea, que lo que tenemos es propiamente una autonomía neocentralista, porque los partidos autonómicos –¡todos los partidos!— son, en última instancia, leninistas: cristobitas colgados de las cuerdas que mueven en Madrid. Y Vox, a la vista está, no es ninguna excepción.