En el larguísimo debate parlamentario de ayer, sus Señorías compitieron entre sí perorando sobre las patatas. No es extraño, habida cuenta de la degradación clamorosa de la nueva clase política: ayer en el Congreso, junto a la metáfora patatera, había, en efecto, muchos/as, muchísimos “papas fritas”, demasiados sobrevenidos, escaso nivel y menos categoría. Cuando se mencionó a Azaña y se estremeció el hemiciclo, como es natural, aunque dudo mucho de que la mayoría diputada tenga una idea siquiera mediana de quién fue aquel famoso al que no le tembló la mano para aplicar la ley en un conflicto similar al que hoy padecemos en Cataluña. Y lo siento, pero hubo un solo orador con talla de estadista: Rajoy. Justo ése contra el que se confabulan tirios y troyanos como si este caos se arreglara echándolo a él.