Está pasando casi desapercibido el calvario de las comunidades cristianas que viven en India a manos del fanatismo hinduista, desaforado en los últimos tiempos. Estos mismos días han cerrado en el subcontinente cerca de 30.000 escuelas católicas y se ha desencadenado una auténtica persecución que se ha cobrado ya al menos la vida de trece personas mientras cientos de iglesias y domicilios de cristianos eran incendiados por las turbas a pesar de las considerables medidas de seguridad. Los incidentes se están desarrollando en Orissa, al este del país, donde, frente al 2’3 por ciento de cristianos que profesan en el país, la población conversa –procedente de las clases más pobres, discriminadas en el sistema de castas—alcanza ya el 20 por ciento. Y el estopín ha sido el asesinato de un dirigente hindú empeñado en la “reconversión” de esos hindúes convertidos por los misioneros, que los fanáticos atribuyen, sin ningún fundamento conocido, a la población cristiana. Estas cosas trascienden menos, como es natural, que cualquiera de los despreciables casos de pederastia a cargo de clérigos cristianos descubiertos en EEUU, a pesar incluso de la vesania de algunos de los ataques, como el perpetrado hace unos años contra un pastor australiano y sus dos hijos adolescentes que fueron quemados vivos dentro de su automóvil o el ataque masivo a las iglesias desencadenado la pasada noche de Navidad precisamente en este mismo estado de Orissa. A la protesta del papa Ratzinger y del Gobierno italiano ha respondido el primer ministro indio lamentando lo que considera una vergüenza nacional, pero nada garantiza que el peligro haya pasado ni mucho menos. Resulta extravagante una persecución en toda regla y en pleno siglo XXI, aunque habrá que reconocer que ese calvario ni siquiera es exclusivamente cristiano sino que lo padecen diversas confesiones a veces a manos de sus propios correligionarios. El fanatismo religioso es una seña indeleble del psiquismo humano, al parecer.
xxxxx
Frente la idea de que hay religiones pacíficas en extremo y de que, por ejemplo, el budismo nunca fue perseguidor de nadie, como pretendía Bertrand Rusell, ya se encargó Marvin Harris de recordar las numerosas violencias registradas en la historia de la expansión budista, pero no nos hace falta recurrir a opiniones cuando tenemos ante nuestros ojos la cotidiana crónica de las atrocidades que chiítas y sunnitas se dedican mutuamente, o el deplorable espectáculo de ese Islam, “religión de paz”, que postulan sus defensores pero cuyos fanáticos han superado todas las marcas de violencia terrorista hasta el punto de mantener al mundo en vilo. O a lo peor resulta que no existen las “religiones incruentas” en las que han creído muchos estudiosos (incluyendo al propio Harris) y lo que sería aún más desolador, a lo peor es que la cara violenta de las religiones no es un mero fenómeno primordial superado por los tiempos más que en unas pocas de ellas, entre las que hay que admitir que figuran hoy las diversas confesiones cristianas. Los budistas persiguieron desde siempre a los hindúes, los pacíficos lamas tibetanos dispusieron de importantes ejércitos siempre amenazando las fronteras chinas desde mucho antes de que Marco Polo descubriera para Occidente aquel mundo misterioso, los islamistas se destrozan entre sí hoy día con una crueldad inconcebible. Y ahora también, los mansos hindúes se lanzan contra los cristianos con una ferocidad difícil de comprender en estos tiempos, a pesar de que ellos mismos sienten en el cogote el aliento amenazante de sus rivales mahometanos. Unamuno pensaba que estas cosas ocurren porque no son las religiones las que hacen a lo mártires sino éstos quienes las constituyen a ellas. Puede que al viejo y angustiado maestro no le faltara razón.
Madrugo para darle un abrazo, querido ja, por esta sentida columna, valiente puesto que hoy no está de moda lamentar las persecuciones cuando se trata de los cristianos, documentada y, es cierto, poco difundida (la noticias terrible). Hay muchas persecuciones actruales de la Iglesia y pienso que ésta ha de asumirlas con paciencia y humildad: vayan por las que Ella misma desencadenó injustamente. Lo interesante de la columna es esa nota que advierte que no se divulgan unas cacerías y sí otras. Yo al menos me he emocionado imaginando su justa (yo diría que santa) indignación por la nueva barbarie.
Hay en esta Cruz que no sirve de guía, mención expresa a 30.000 escuelas católicas, al gobierno italiano y a S. S. Benito Dieciseis. Pero el Anfitrión repite una y otra vez el término ‘cristiano’.
Me voy al cajón de sastre de »mis favoritos», desordenado, como yo misma, y doy con la página que guardé un día. Me llamó la atención porque bajo un ‘menorah’ de siete brazos se transcribe Jeshua. Intelligenti pauca.
La pág. es de feb 2006 y en ella, el misionero Raúl García informa que una forma despreciable -el adjetivo es mío- de agredir a las comunidades cristianas es violar a sus niñas por enfermos de sida. Situaba estas barbaridades en los distritos de Dang, Nandur Bar, Nasik y Dhule, poblados por miles de cristianos, al este de la inmensa península. En 1998, ya hubo una matanza desaforada de cristianos por militares hinduistas.
Allí a donde van nuestros neojipis a buscar el nirvana, la paz, la extinción de los deseos consumistas, ommmmm, la meditación y el cese del sufrimiento que causa el perverso occidente. Ja. (No mi querido don JA). Y las telitas baratas y ecológicas. Ja. Otra vez. Que me mondo.
Porque, aún con el profundo respeto y afecto que profeso a nuestro querido capellán -bienvenido y no se nos venda caro; beso su mano- no puedo sino resaltar la cara violenta de las religiones a lo largo de la historia hasta nuestros días. Chiíes y sunníes, como apunta el Jefe; o judíos y palestinos; o bolcheviques y santeros (Cuba); o … retrocedan si quieren hasta Caín, que -pienso- ya rezaba de modo distinto que Abel. Y la cosa terminó con el huesazo.
Justa erflexión sobre unfenómeno que, en efecto, seguro que no dará la vuelta al mundo. Nuestra Doña multionomástica nos recuerda otras perse cueicones, si se quiere más sutilemente crueles, pero en defintiva, el tema es la persecución y a ello va ja en esta columna, y al silencio de los medios.
Bienhallados amigos. La noticia de la columna es verdaderamente llamativa y demasiado grande para que haya pasado inadvertida en los medios habituales. Aquí una agresión a unos gay da para varuos días o semanas de debnate pero parec e como si se considerara «normal» la persecución religiosa, sobre todo al cristianismo. Juasta columna, valiente. Gracias por ella.
Parece que hasta en el sufrimiento umano establecemos jerarquías, y así hay sufrimientos de primera que copan los informativos, de segunda que apenas son tratados por los «informadores» -a veces me da apuro usar el término periodista- y de tercera que sólo nos llegan con mucha dificultad a través del testimonio de gente comprometida.
Este tipo de cosas se hacen para seguir fomentando la manida idea de las leyendas negras, y lo peor es que nosotros mismos llegamos a creérnosla.
De acuerdo con todo lo dicho en la columna y por los comentaristas. Hace tiempo que me hago la misma reflexión, por aquí también. Por ejemplo, y sin tocar temas tan trágicos como persecuciones, muertes y violaciones, aquí si se profana una tumba judía o musulmana se arma un remolino y toda Francia se entera, pero nadie dice que la mayoría de las profanaciones son de tumbas católicas o cristianas, y de eso nunca se habla.
En numerosos paises los católicos sufren , han sufrido y sufrirán persecución sin que nadie mueva un dedo. Supongo, en efecto, que es lo que nos hace más fuertes.
Besos a todos.