Noticias de Moscú informan de que una espectacular feria del lujo, la ‘Millionaire Fair’, anima esta temporada la actualidad soviética. Un lince del negocio se encarga de ofrecer a los nuevos ricos –cien mil, según los calculistas de la nueva sociedad– las más extravagantes mercancías convertidas y, por supuesto, pregonadas por la publicidad como ‘indicadores de estatus’. Puede adquirirse en ella desde un cráneo de mamut a un helicóptero pasando por un tigre de dientes de sable, pero la organización no duda de que la estimativa de ese consumidor sobrevenido responde al doble criterio que equipara lo valioso a lo grande y lo caro, tal como exige el paradigma del ‘rico nuevo’ de todos los tiempos. Yo creo, en todo caso, que no se debe frivolizar esa noticia confinándola en la crónica de sociedad porque es bien sabido que el lujo, el consumo suntuario, ha sido siempre un activo factor económico, a pesar de las severas restricciones a que históricamente fue sometido por el Poder que veía en él también, no sin razón, el riesgo cierto de descapitalización que implica el despilfarro. Las leyes antisuntuarias no desaparecen hasta muy tarde en Europa y no estará de más recordar que la inmensa mayoría de nuestros venerados pensadores fueron ardientes partidarios del lujo –Montesquieu decía, por ejemplo, que el lujo es necesario porque si los ricos no gastan mucho, los pobres mueren de hambre– al menos hasta que Rousseau se planta frente a sus desmanes y comienza a cuestionarse la idea de que sin lujo no hay animación posible en el mercado. Existe un libro definitivo sobre este tema, “Lujo y capitalismo”, escrito por Werner Sombart poco antes de la primera Gran Guerra, en el que se muestra como, además de esa función dinamizadora de la economía, el gasto suntuario no es ajeno a la profunda evolución experimentada en Occidente no sólo por las relaciones económicas sino por las costumbres sexuales y el mismísimo concepto del amor. Los sociólogos acaban siempre por descubrir lo que las cupletistas han sabido toda la vida.
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En Rusia se ha pasado en un pis pas de la cultura de la dignidad a la cultureta de la exhibición, no digo yo que sin ciertas ventajas, pero sí que con el consiguiente escándalo de esas muchedumbres paupérrimas (hay en el país, parados y marginales aparte, al menos 50 millones de pobres que han de aviárselas con cinco euros al día) que contemplan con resignación o enojo el exceso ajeno, mientras la juventud se prostituye masivamente más o menos bajo el control de las omnipresentes mafias. Y en este contexto nada tiene de extraño que el flamante Mercado se apresure a dotarse de ese instrumento, al parecer vital para el desarrollo, que es el consumo de lo superfluo, ese denostado concepto que a Voltaire, en una de sus ‘Sátiras’, le parecía, si no recuerdo mal, una cosa de lo más necesaria. Es verdad que ha habido lujos exquisitos que desafiaban el prestigio de la austeridad, como el “negro castellano” que impusieron nuestros primeros Austrias a la moda europea y que –seguramente inspirado en modas borgoñonas en tiempos del Emperador–, lo que de él no suele saberse es que, a despecho de las cínicas pragmáticas prohibitivas, debía su prestigio precisamente a su carestía. Todavía Lope suplica al duque de Sesa unos cuartos para agenciarse un juboncillo o unas calzas de negro tafetán en aquel Madrid “brillante y hambriento”, como el que Valle habría de ver todavía varios siglos después. Lujo y miseria son dos caras de una moneda fatal, probablemente en sentido inverso al que le atribuía Montesquieu, pero ahí están los nuevos ricos de la democracia rusa intentando afirmar –lo mismo en San Petersburgo que en Marbella– la sugestión calvinista de que la opulencia no es un contradiós sino un signo divino. El fracaso del sovietismo alcanza a su alternativa. Sombart diría, seguramente, que eso estaba previsto.
El lujo, lo superfluo, lo muy prescindible.La ostentación, si no para qué, el sentirse envidiado, saberse poseedor de lo que muchos anhelan. ¿anhelan?
Desde el tipo que toma caviar persa -ya sé, ya sé que ahora el nombre es otro, pero creo en el ojo del gran hermano que controla algunos términos en millones de e-mails- toma, digo, a cucharadas soperas, hasta el que mitiga su estreñimiento contemplando un Miró mientas le baja el truño. Marfiles, grifos de oro, puros encendidos con billetes violeta, jets a por marisco fresco. Todo vale, hasta lo insultantemente odioso.
(De todo esto es pálido reflejo ese cuadernillo de ‘de vicio y supervicio’ que nos obsequia al principio de sus páginas el colorín dominical de Unedisa, con zapatos de precio superior al sueldo mensual de más de tropecientos).
Y el Anfi, ¿viejas fijaciones?, le propina el pase del desprecio a los de San Petersburgo, pero qué me dicen de los nuevos ricos orientales, no los tigres capitalistas, sino los muchimuchimillonarios que asientan sus reales sobre la miseria de tantísimos miserables de ojos oblicuos después de haber tenido como catecismo el libro rojo.
Recordando al viejo malagueño Alcántara -su absolución, mi respetadísimo y bienamado don Páter-: ‘No digo que sí o que no. Digo que si Dios existe, no tiene perdón de Dios’.
Hoy no hay más castigo: escribo desde un área de carretera con un módem a pedales y no sé dónde dormiré esta noche. Arrivederci.
Creo entrever una regla de hierro en este blog: a majoe columna, menos comentarios. Puede que el lector se encoja, puede que esas que amí me parecen mejores no lo sean para una mayoría, pero el caso es que un ejercicio como el de hoy, espléndido, culto, agudo, interesante, curioso. lo que quieran, no llevaa medio día ás que ests dos solitarios testimonios. Me desanimo y paso de largo tras hacer el mío, con el ruego de que si llega algún otro visitante, como espero, no imite mi ejemplo.
Comparto lo dicho y añado el testimonio de mi disfrute. Nota bene: en mi clase (16/17 años) sólo un alumno había odio algo sobre las leyes suntuarias de que habla jagm, y no tengo que decirles que de los filósofos mentados apenas tenían una vaguísima idea, algo así como el recuerdo de haber oído algunas veces esos nombres…
No sé cómo gm tiene humor para continuar con sus cultas refexiones con la que está cayendo estos días a su alrededor. Meparecería frívolo por mi parte hablar sobre la columna el día en que el gran tema –lástima, amigo, peor se comprende su hastío– es nada menos que el robo(presunto si ustedes quieren) de las cintras apotrtadas como prueba defensiva por El Mundo en el proceso instigado por Chaves contra ese periódico.
Vale, colega, pero de quien es el montaje, de El Mundo o de Chaves? porque de alguien tiene que ser…
No, si seguramente el Mundo ha montado todo el teclado, y se ha robado a si mismo las cintas de la prueba.
Pero ¿qué es el lujo? Para unos un baño mensual es un lujo insolente,impensable, y para otros algo indispensable. Creo que era un co-bloguero que hacía preguntitas de ese estilo, no hace tantos días, y llevaba toda la razón.
El artículo de hoy , veraz y lleno de sensibilidad.
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Feliz viaje a doña Brigida. Espero que haya encontrado acomodo.
Queridos blogueros
A mi entender en la antigua URSS no existia una cultura de la dignidad; la elite sovietica mantenia al pueblo en una aparente y austera economia con visos de estabiloidad, mientras hacia enormes gastos en sus ejercitos, en cohetes espaciales y armas estrategicas. La KGB sometia ferreamente a su sociedad en ese estado con su maquinaria policial, mientras sus miembros disfrutaban de dachas y otras dadivas de privilegiados.
Ahora los mismos hacen igual, pero mas ostentosamente, a la manera occidental, y con el pueblo en peores condiciones. Pero ese pueblo estaba entrenado en el sometimiento, en la hipocresía, y asi le va.
El gigante americano y Europa han hecho casi lo mismo, pero en unas democracias, y parece que hasta ahora, salimos vencedores.
Pero no, nuestro mundo es explotado con criterios depredadores. Existe una nueva contabilidad, la que empieza a tener en cuenta que los recursos naturales son escasos, y se destruyen si no se los cuida. Nuestra hora del fracaso ya se nos viene encima, y nuestras sociedades se embrutecen con los mass media y se consuelan consumiendo.
Pero hay solucion: la austeridad, aunque la adoptemos a estacazos.
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Cuando no se sabe donde se va a dormir esta noche…..
Una tarde llegué solo a un pueblo del Algarve, y vagabundeaba fotografiando el atardecer. Me dieron ganas de cantar por la hermosura de la luz y del azul del mar. Entre en un bar humilde, que parecia de los de hace 30 años de aquí, donde unos hombres que parecian gente de campo mataban el tiempo.
Despues de tomarme una cerveza les hice un gesto y les canté una saeta que aprendí de Fosforito (el cantaor de puente genil). Al terminar el ambiente cambió como por ensalmo, se acercaron y uno cantó en portugues un fado, otro se arrancó con una letra de rocio jurado!.
Me marché a las dos horas, a dormir en la playa a la luz de la luna.
Buenas noches
Prejiojo, Querqus, pero no me lo trago.
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