Desde Bruselas acaban de asignar sesenta millones para la rehabilitación de nuestros barrios menos favorecidos, o mejor, para una modernización de sus equipamientos domésticos, tristemente anticuados, que favorezca su habitabilidad. El proyecto alcanza a municipios de las ocho provincias y la ayuda será gestionada por los propios Ayuntamientos, lo que constituye un motivo más de satisfacción. Contra el euroescepticismo que parece ganar terreno, nada mejor que iniciativas de esta naturaleza que, sin duda, serán apreciadas en lo que valen en esas zonas maltratadas –algunas realmente crónicas—cuya supervivencia constituye una auténtica vergüenza. Serán tres mil las viviendas que se deriven de la iniciativa europea, una apreciable mejora de nuestra situación a la que aún habrá que arrimar mucha ayuda si se pretende extirpar su marginalidad. No se puede vivir en Europa en condiciones tercermundistas y planes como éste son el mejor camino para remediarlo.