Si algo no cabe negarle al famoso alcalde de Marinaleda es su capacidad para ir adaptando a las circunstancias el mito novecentista puesto en circulación por el proletarismo romántico. A su lado encogen de hecho aquellos predecesores novecentistas que fueron siendo superados uno tras otro a medida que avanzaba la modernidad y, en especial, desde que la urbanización rampante del país arrebató el protagonismo al campo. Hoy día, Gordillo, retirado aparentemente, sigue telerregentando su taifa, de paso que consigue sintonizar y aliarse con la Junta liberal-conservadora, su valedora frente a los propios cooperativistas comunistas, a la hora de resolver por fin el pleito de las tierras que fueron del Duque del Infantado antes de llegar a sus manos. No me digan que no tiene mérito lo de Gordillo. Claro que lo que habría que preguntar es quién tiene el demérito.