Ha tenido que venir hasta las dunas de Doñana la señora Merkel –aquella aliada de Rajoy, ¿se acuerdan?– para que Sánchez recogiera velas dando su brazo a torcer en el absurdo empeño de endosar a Andalucía la legión de menores no acompañados llegados de África sin aumentarle al tiempo los dineros necesarios ni establecer un reparto equitativo de esa delicada carga con las demás autonomías. Pero, en fin, bien está lo que bien acaba, que diría Shakespeare, sobre todo porque esta obligada postura exime a la Junta de mantenerse paralizada en el pulso estéril con su «Gobierno amigo». Si hubiera adelantado está intención, nos hubiéramos ahorrado el espectáculo de una Junta beligerante con un Gobierno absurdamente enrocado en su obsesión de marcar distancias con la disidencia interna.