La muerte de dos ositos polares en un zoo alemán devorados, al parecer, por su propia madre está conmocionando a la prensa europea en el umbral de año. Argumentan los etólogos rousseaunianamente que es preciso entender a esa madre caníbal que, si en estado natural, se hubiera comportado con arreglo a su naturaleza, abrumada por el desánimo y la falta de horizontes sucumbió a una ferocidad no sabemos bien si funcional o compasiva. Vivimos un mundo sensible, motivado por una emotividad quebradiza, que se conmueve ante este tipo de acontecimientos aunque sea capaz de encajar sin gran esfuerzo los que afectan a la propia especie, incluyendo la tragedia de esa santa infancia a la que asistimos más o menos impasibles instalados en nuestra cómoda “falsa conciencia”. Y no será por falta de información, pues las voces más acreditadas nos tienen al tanto de ese Apocalipsis secreto en cuyo detalle consta que un niño muere de hambre cada 11 segundos, que dos millones no completa su primer día de vida, cuatro fallece durante el primer mes y siete antes de cumplir el año, según los beneméritos contables de UNICEF que aseguran, además, que de los 30.000 fallecidos por día, siete de cada diez mueren de hambre. Nos conmueve la pérdida de dos oseznos mientras pasamos como sobre ascuas sobre estos manidos datos que apenas raspan ya la superficie de esa piel de elefantes que nos protege frente a la desdicha humana, paradójicamente menos insultante para nuestras raras conciencias. Probablemente se gaste más en proteger linces y hasta víboras que en la protección de una humanidad doliente cuya fragilidad hace tiempo que perdió cualquier significación política y acabó por ser asimilada enteramente por la mayoría privilegiada que podría echarle una mano.
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El suceso del zoo ha retumbado más en la opinión mediatizada, en cualquier caso, que el triste par de casos recientes en que dos madres destruidas han liquidado a sus respectivas proles. ¡Se puede hacer tanto por aliviar la vida de la fauna y conservar en lo posible nuestro amenazado medio ambiente! A ver qué puede hacerse, en cambio, a favor de esos 246 millones de niños explotados más o menos secretamente –según Manos Unidas– por la industria, o de los ocho y medio que viven esclavizados, prostituidos o convertidos temerariamente en guerreros de fortuna. O por la muchedumbre callejera que vaga por las orillas de la horda rebuscando en la basura y sin ningún horizonte. Los informes expertos (Save the Children, FAO, ONU incluidas) claman en el desierto a favor de los 15 millones de huérfanos que sobreviven como pueden en medio de la miseria, de los casi dos mil niños que diariamente ingresan en la estadística del SIDA o de los innumerables “niños de la calle” que “cazan” deportivamente algunas fuerzas policiales en Bolivia o en Río, cuando no son objeto de secuestros por las mafias que negocian con trasplantes. Hace poco ha informado The Lancet de un hecho estupefaciente: que el 15 por ciento de los niños que mueren en los potentados Emiratos Árabes son víctimas de la desnutrición: ni las migajas le da ya ese Epulón a Lázaro. Claro que tampoco es cosa de abrumarles, así, sin más ni más, con tanta miseria, estando como estamos todavía acaso convalecientes del exceso navideño, y pudiendo recomponer nuestras maltrechas conciencias y restablecer enteramente nuestra autoestima con alguna lágrima simbólica por los ositos alemanes. ¡Quién se fía, además, de la ONGs, a estas alturas!, suele añadirse en estos casos para cerrar el círculo de tiza caucasiano del que se ha escapado esa osa madre caníbal, sólo Dios sabe aplastada por qué insuperable sufrimiento. Ya ven qué fácil es la salida cuando se quiere escapar. A mí, sin ir más lejos, confieso que la desdicha de esos peluches vivos se me borra de golpe sin más que imaginarme los ojos abiertos de una criaturita muerta de hambre o explotada en un burdel.
¡El impacto mediático! Como tantas otras cosas, hemos importado de USA el ternurismo fofo y simplón por el ‘teddy bear’. Mi sobrino ahogaba los hipidos de las lágrimas de su primera decepción amorosa con el osito, desgreñado y cien veces pasado por la lavadora, que lo acompañaba desde la cuna.
También una hembra de lince, esos epulones a costa de los cuales medran una punta de linces de dos patas, se comió no hace mucho también a su cría. ¿La neurosis del enclaustramiento? Pues no diría yo ni que sí, ni que no, pero se la comió. ¿Nos dieron las cámaras permanentemente enchufadas esas imágenes de parricidio felino? No, padre. Sería dar tres cuartos al pregonero y conviene que no se altere una conciencia –de piel de elefante, ya lo dice el Maestro- que vive en su inopia tan a gustito. Sobre todo si se trata de uno de lso escaparates engañosos de la Andazulía al máximo.
¿Qué pasaba cuando en el telediario nos ponían casi a diario a esos niños negros desnutridos, con las panzas ascíticas por la hipoproteinemia y las moscas posadas en el rostro, sin fuerzas las criaturas ni para espantárselas? Los delicados estómagos de los que comían a esa hora se quejaban de que todos los días les amargaban la comida. Hace mucho que no se ven a los pequeños zaireños o somalíes agarrados a los lacios y vacíos pechos de sus madres. Hoy preferimos a las insulsas tomateras con los pechos de gominola restallando bajo escotes cada vez más abismales.
Lo de la mamá osa neurótica ocurre una vez y es noticia. Las cifras aterradoras que nos pone el Jefe delante de los ojos ocurren cada día y no son noticia. Acabáramos.
12:07
Lo cierto es que la conciencia humana está hecha a la medida de su portador, por la sencilla razón de que nadie podría vivir con una conciencia pura y objetiva y a la que nada le fuera ajeno.
¿Qué siente un juez chino cuando manda a la muerte a un simple chorizo? ¿Y un juez islámico cuando ordena una amputación o una lapidación? ¿Y un juez romano cuando mandaba a crucificar o Vlad Dracul con sus miles de empalados o los verdugos nazis?
Todos tenían conciencia, SU conciencia.
No, lo siento, la conciencia -estando donde estamos– debe ser objetiva, TIENE QUE SER objetiva, no puede reducirse a una cambiante subjetividad. La distinción entre le bien y el mal es objetiva, salvado el debate etnográfico, que ya es salvar.Pero, insisto,estyamos en Occidente, que es donde ja escribe y donde busca sus temas.
La lección que hoy nos propone es sencilla: cierto panfilismo nos está devorando moralmente, al margen de la maldad intrñinseca y creciente de esta sociedad que tal vez no estésabiendo aprovechar con discreción sus enormes posibilidades. Con esta conciencia, desde luego que no irá muy lejos. Ni nosotros con ella, claro está.
Ahí t
Ahí es donde también veo la mano (equivocada) de los periodistas:¿por qué se vuelcan en esas ñoñerías ? Unos dirán que hablan, muestran y escriben lo que saben que gusta al público, al lector, al espectador, pero si al lector y al espectador sólo se le da eso, nunca pedirá otra cosa.
Ayer nuestro Presi dijo que la tele de estado no debía ser la misma que la privada, y en particular en lo que toca la publicidad, lo cual me parece bastante coherente y valiente. Pues de resultas, la acción de LAS OTRAS cadenas televisivas han subido un montón, porque han comprendido que se beneficiarán más del maná televisivo.
¡Qué asco me da esta sociedad!
Quise decir el maná publicitario.
¿donde estan los jefes que solo veo indios?
Gran verdad:el mundo se conmueve por un oso pero pasa sobre un niño muerto de hambre sin inmutarse. Se construyen pasos subterráneos (ja lo sabe bien) para el hermano lince pero es preciso acumular una veintena de atropellos morales para que los hagan en la ciudad o en el pueblo. Se dilapida en cualquier cosa pero se regatea al necesitado de verdad. Hoy se trata de una columna amarga,que ni siquiera deja sitio para acomodar la «nbuena conciencia».
Hay blogueros como Plaza Monjas que son como el perro del hortelano. Pacienci con ellos, tristres fracasadisllos, por lo general. ¿O por qué creen ustedes que se parapetan tras ese «leiv motiv» sino por miedo a su impericia?
No sé explicarme esta disfunción horrible: ¿por qué nos afecta más cualquier propaganda o imagen cuando no se trata del ser humano? ¿Por qué esta preterición de lo nuestro frente a lo propio de otras especies, tan respetables como ajenas? Me gusta que jagm replantee este tema (recurrente en la columna) por si queda alguna esperanza.
Porque somos unos monos locos, ¿no habíamos quedado en eso?
Admiro su trabajo, su cultura, su constancia, su modestia.Viniendo de un exolega no está nada mal, como bien sabe ese desengañado… de tantas cosas, que no pierde la esperanza ni a tiros.
Usted y su incapacidad para entender el conservacionismo…
…o usted, don Verde, y su incapacidad para entender la «lucha por la vida».
Veo catorce comments al llegar y entre interrupti y puyas/pullas se va la mitad de la pólvora en salvas. Pero el señor green, que tal vez -digo tal vez y me gustaría equivoarme- sabe poco de sementeras que se pierden, de besanas de barbecho, de mirar al cielo con desesperanza, de no llegar a ‘lo comío por lo servío’, de peonadas de sol a sol, de que le entre el bicho a las tomateras y tenerlas que arrancar para quemarlas…
Para que esto no ocurriera, antes se azufraba a mano, se sulfataba la hoja por el haz y el envés, se escardaba -¿sabe usted lo que es una cuadrilla de escardaoras con la espalda dolorida, de la más joven a la más vieja?-, se cavaban a mano, ay, un azadón lo que pesaba, los hilos, todo ello por medio pan y dos duros.
Para que el campo no fuera una condena llegaron las segadoras/agavilla doras de hilo sisal, luego las cosechadoras, luego los herbicidads y pesticidas. Desaparecieron los chamarices, los jilgueros, los verdones, los petirrojos, los torcecuellos, las distintas cogujadas, los cerrojillos. Algunos se hicieron urbanitas y se a-d-a-p-t-a-r-o-n ellos solicos, desde mi balcón veo pipitas donde antes solo había gorriones.
Le aconsejo, mi amigo, que lea «Las ratas» de Delibes o «Don Manuel o la agricultura» de Carande hijo, que le cuente alguien cómo el campo era de esclavo. Para poder hacer faenas agrícolas se requiere hoy o que sea extensiva con máquinas potentes y químicas venenosas para inmensas hectáreas de leguminosas, oleaginosas y cereal, o de primor, de filigranas hidropónicas con ordenadores. Pero teta y sopa no puede ser.
Don Pangloss ha puesto difícil la diana. ¿Cuántos niños comerían al año con lo que cuesta un solo lince? Ni demagogias mi milks. El conservacionismo, hoy, es un adorno, comparado con otras muchas prioridades. Seguro que no sólo de pan vive el hombre, pero creo que se decía ‘primum vivere, deinde philosophare’ o algo así. Vaya a decirle al mendigo que se las come que las palomas urbanas tienen exceso de plomo en sangre.
Lo delas salvas, señora Icaria, ocurre por tener en cuenta a los provocadores, y de eso usted sabe más que nadie (fuera del propio jagm) en este blog. Es verdad cuánto dice, peor otra vez nos alejamos del tema,
Lo delas salvas, señora Icaria, ocurre por tener en cuenta a los provocadores, y de eso usted sabe más que nadie (fuera del propio jagm) en este blog. Es verdad cuánto dice, peor otra vez nos alejamos del tema, que no es otro en rigor que el contraste entre esta especie de hipesteisa moral del ecologismo de mofa y nuestra insensibilidad colectiva. No sé si me repito o repito a otrosl, pero sería bueno comentar al aytor del artículo sin tanta obsesión de protagonismo.
Don Heródoto, me temo que es porque además de crueles, y algo memos somos cobardes: si te apiadas de los ositos nadie te llevará la contra pero si empiezas a apiadarte de servios o chechenes siempre habrá algún listillo que salga y te tilde de gauchista o al revés de nazi total.
La gente no quiere líos.
También en laprensa de acá empieza a popularizrase esa etiqueta que garantiza que elproducto comprado no ha es obra de niños trabajadores o esclavos de cualquier edad. Me parece que el sólo hecho de que resulte necesaria una medida semejante ya dice alto y fuerte quiénes somos y qué clase de tribu antropófaga es ésta de que tanto presumimos.
Hace tiempo que también se estila eso del «comercio justo», comentado aquí en su día, es decir, la asunción pública de que ese tipo de comercio es excepcional y el otro, el común, sería injusto. Sé que no son así las cosas, pero el fondo del argumento permanece válido.
Doña Marta del conformismo por miedo que los hombres practican por comodidad. Ahora bien una cosa es meterse en políticas (chechenas, serbias, las que sean) y otra muy diferente apiadarse de una situación extrema de millones de niños ante la que nos hemos doblegado por el sencillo procedimiento de asumirla como inevitable. «La gente no quiere líos», doce madame. Vaya argumento.
Vaya jefe, es que los linces son póoquitos y los humanos somos múuuchos!
Ahora en serio, tremenda cuestión esta de la superpoblación que pone de manifiesto
nuestra falta de fibra moral (o corazón o razón) y que no hay forma de abordar más
que con hipocresía., como las otras cuestiones, tan intimamente unidas, del aborto
y la eutanasia.
Veáse si no cómo se camufla este aspecto (fundamental) de la bomba de
población en el debate sobre calentamiento artificial de la tierra. Seguro que los
contertulios han leido que los bárbaros gringos tienen una institución Scripps que
estudia el cancer, y una institución Scripps de Oceanografía ( de donde salió ese
profesor, Roger Revelle, que inspiró al denostado Al Gore) que ha hecho
contribuciones decisivas al estudio de ese calentamiento de la tierra ¿ Sabían que
existe también una Institución Scripps para estudios la demográficos ??
¿Tendrá la insistencia de los gobiernos en dilapidar millones de euros en
investigación espacial algo que ver con esto??
Parece que alguien piensa en este planeta. Como dice ese ex-rector, un margen
para la esperanza