El desconcierto de la crisis, los malos datos diarios y los pendulazos bolsísticos, junto con la pregunta general de qué coños es lo que ha ocurrido para que, de pronto, el planeta entero se haya percatado de que estaba a punto de agotarse la mecha y saltar todos por la aires, no están favoreciendo nada al prestigio de la ciencia económica. Normal. Tanto como lo es confiar en ella, del mismo modo que confiamos en el médico porque otro remedio no nos queda, sobre todo mientras las cosas marchan viento en popa o, cuando menos, razonablemente bien. Persiste, sin embargo, la cuestión cuando se pregunta qué clase de ciencia es ésa que no ha visto hasta que la tenía encima una galerna como la que nos arrasa esta temporada, lo cual, por otra parte, supone mala memoria. Olvidar, por ejemplo, que un tipo como Schumpeter –tal vez el más culto y vasto de saberes en su gremio–, a pesar de haber advertido los riesgos del libre mercado y la necesidad de la intervención fiscal y presupuestaria del Estado, fracasó en toda la línea como ministro de Hacienda austriaco y hundió un banco del que alguien tuvo la ocurrencia de hacerlo director, a pesar –advierte Claudio Magris—de que fue de los escasos vigías que avisaron de los peligros con antelacíón suficiente. Schumpeter tenía, en todo caso, una visión realista de la economía, opuesta enteramente a la mántica con que suele confundírsela, y el otro día nos recordaba Juan Velarde sus cabreos monumentales cuando alguien le preguntaba por la duración de las coyunturas como quien interroga a la Pitia en su circo délfico. Eso es como preguntarle al médico cuánto tiempo tardará en morir o en recuperarse el paciente y tiene poco que ver con la razón científica, especialmente en este movedizo terreno en que tan demostrada está, como hemos dicho otras veces, la capacidad de predicción. Después de todo, eso ocurre en las mejores profesiones.
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En realidad lo que hemos vivido todos estos años de euforia desatentada ha sido un régimen despótico de la economía consentido por la política, un sueño plácido que ha roto en pesadilla bajo la presión destructiva de esa dictadura. Un gobierno despótico en el sentido que usaba Montesquieu la expresión cuando contaba que los salvajes de Luisiana, para acoger la fruta apetecida, talaban en al árbol de raíz. Y por eso hemos visto tantas cosas raras, tantos tratos y contratos desorbitados, tan inédito imperio de la codicia, confundiendo todo eso con la prosperidad y el éxito del modelo, como si de pronto, qué digo yo Solchaga, el propio Guizot se hubiera asomado al balcón para gritarnos su famosos “Enrichissez-vouz!”, pero no le hubiéramos escuchado –ensordecidos por la explosión de júbilo—sus últimas palabras: “…por el trabajo, por el ahorro, por la probidad”. El propio Magris decía que los apasionados estudios de Schumpeter sobre cómo funciona el desarrollo económico son ejemplo de esas “matemáticas del pensamiento” que añoran con nostalgia la vasta fenomenología que escapa a sus posibilidades hermenéuticas. Hay que preguntarse, eso sí, por qué ha habido teóricos y gestores que han sacado espléndidos resultados mientras los demás se despeñaban en el desgalgadero de la pre-recesión, y ahí tienen ustedes al Santander si quieren un ejemplo. Pero habrá que restituir la confianza en aquella mántica, volver a poner nuestros cuartos en manos de los arúspices y ponerle, de paso, una vela a Dios y otra al diablo, que seguro que tiene mucho que ver con la que está cayendo, antes que volver a confiar en la política –lega por definición, casi siempre—y sus oscuros objetivos. En primero de carrera me quedé con una frase de Marshall que hoy me parece incluso profética. Venía a decir que la economía es una ciencia de la vida, y por tanto más cercana de la biología que de la mecánica. Sería bueno que nuestros magos asumieran eso antes de encasquetarse el capirote con estrellas.
CUANDO DICE USTED ESA FRASE DE PRIMERO DE CARRERA, A CUAL DE ELLAS SE REFIERE?. UN SALUDO DON JOSE ANTONIO
Creo que al querido ja se le fue el santo al cielo pues puso ese bello título a su columna y luego no lo justificó. Lo hago yo, viejo camarada, fraterno como él sabe: «Naves en la niebla» es el título de una novela que Schumpeter esbozó, tituló y nunca llegó escribir, como han recordado muchos de sus comentadores. Entiendo que la columna se ajusta, en todo caso, a ese magnífico título que el gran economista daba a la que había de ser su autobiografía…
Es una pena que haya tan poca parrpoquia hoy para comentar la magnífica columna, que ya hay que tenerlos cuadrados para escribir sobre Schumpeter en medio de esta incuria generalizada. No es ése el motivo de nuestro silencio, por supuesto, sino tal vez la dispersión estival que dura lo menos hasta la navideña, pero insisto y repito en que lamento no leer a mis dilectos blogueros ante un texto como el que nos propone jagm.
Pues que no quede por mí, vaga de solemnidad, lo confieso. Lo que más me ha gustado es la manera de tratar de la CRISIS saliéndose del coro de grillos que nos abruma desde que empezó esta guerra. Claroi que eso no me extraña demasiado en jagm, como no me sorprende que se apoye en los grandes maestros a la hora de hablar de lo que tantos pequeños saltamontes no hacen sino emborronar.
Y eso que, me consta, el jefe anda maluscón con los achaques propios del otoño inclemente y traicionero… A mí la columna me ha resultado magnífica, sobre todo por la descarada crítica a la economía y la falta de complejos al hablar de ese «ciencia» que sirvce sobre todo para explicar sucesos a toro pasado.
No me explico la perra de gm con los economistas y la ciencia económica, que parece que debe conocer algo, y me pregunto si no se tratará de algún complejo inconfesable por parte de este humanista al que ustedes veneran. Inclusi la broma sobre Schumpeter me parece desafortunada. En fin, es una opinión muy personal.
Sí señor, inisistamos en el carácter conjetural de la Economía y señalemos el extraordinario fenómeno que constituye su logro de imponerse a la Política. jagm, que sabe mucho, se ha ido directo al ejemplo de Schumpeter fracasando cuando le dieron los manos del avión, y ha hecho muy bien, por más que se encocore nuestro Ecónomo. ¡Duro a al ala, don josian, que esta crisis tendría que sewr la última según la profecía del Pseudonosequé.
Jo. A mí lo que me encocora es que a cualquier cosa se le llama ciencia. ¿Se le puede aplicar el método científico a muchas cosas -no se me enfaden- de letras? A veces nos creemos que con el sufijo ‘-logía’ ya tenemos una ciencia en marcha.
Es probable que la economía sea una ciencia. Pero falla más que la escopetilla que dispara balines en la feria. Por no nombrar otras. Una servidora sabe muy poco de algunas cosas y cero patatero de todas las demás. Pero si mal no recuerdo, el método científico, para llamar ciencia a algo consistía en: observación-hipótesis-predicción-verificación-replicación. Átenle por el rabo a esa mosca muchas -logías y se quedarán con la brocha en la mano, buscando la escalera que la sostenga.
Repito, enfádense lo que quieran conmigo, si alguien aún se molesta en leerme, pero las antropologías, sociologías o filologías, por nombrar cositas eufónicas, no resisten, al menos para una lerda como yo, la menor pasada por el método científico.
Desde luego la economía aplicada tiene para mí más de trile que de ciencia. Ahí tienen al señorito Sáez haciéndose la estrecha cuando hay quien proclama un botín de 9.000 millones o una sigla con letras repetidas proclamando ganancias de 5.000. ¿Y a estos mendas les van a dar el puñadito de leuros, que no son pocos, que me ha trilado madre Hacienda en el pasado ejercicio?
Ya digo que hay días en que se me ocurre buscar los viejos folios ciclostilados donde se daban las técnicas de cóctel con botella y mecha, o aquel otro más expedito de apedrear como un Sabina cualquiera los cristales blindados de los bancos.
Sí mi querido Ramanujan, comprendo que te rías a mandíbula batiente. Nosotros a lo nuestro que ya se acerca la noche grande. Que sí, pero que esos son otra clase de fantasmas. Que también, que la incongruente vanidad pasa factura, ¡qué le vamos a hacer!. Toma otra copita de ron y brindemos por los amigos ausentes, so cerebrito.
pues don Economo yo si que lo entiendo
Desde La perfida Albion, le deseo a don Jose antonio, mucha salud. … Nunca pense que la economia fuera una ciencia…..
Besos a todos.