Sabemos más del hambre que el mundo padece que de su sed. Nos han repetido mil veces la imagen de la madre que debe andar varios kilómetros al día para dar de beber a su familia pero, en cierto modo, la imagen que se nos ha transmitido nos remite al mundo desértico. No es así, sin embargo, a juzgar por las escalofriantes conclusiones del 6º Foro Mundial del Agua celebrado estos días en Marsella. Datos como que miles de millones de personas carecen de abastecimiento de agua o poseen sólo alguna muy precaria, que hay zonas africanas en las que casi la mitad de la población no tiene acceso al agua potable, una situación no muy diferente a la registrada en ciertas regiones de Hispoanoamérica o Asia, en las que un quince por ciento comparten con el ganado las aguas naturales. Han fracasado los buenos propósitos –como fracasaron antes los que, respecto al hambre, comprometiera la FAO—reduciendo de modo sensible sus objetivos, en especial en las regiones desamparadas de los países pobres en los que resulta raro encontrar un suministro regular, hasta el punto de que la mitad de la población mundial consume un agua tan dudosa como para justificar un resultado temible: el de que ese consumo de aguas insalubres continúe siendo la primera causa de muerte del planeta: cada año mueren en el mundo por beber aguas insalubres más de tres millones y medio de criaturas, en su mayoría niños, es decir, ¡siete muertes por minuto! No hay en esa estadística literatura que valga, hay sólo negra sociología, aparte de una explosiva expresión de la condición humana. Cuesta imaginar, por lo demás, el resto: que miles de millones de desgraciados carecen de los más elementales servicios sanitarios de manera que, solamente en India, la estadística oficial reconoce que más de sesenta millones de indios se ven obligados a hacer sus necesidades al aire libre. En el Foro han participado 140 países, instituciones, y empresas, presididos por varios jefes de Gobierno. Menos mal.
Da la impresión de que el mundo que vivimos no tiene capacidad para resolver ni uno solo de sus grandes problemas, por más que lograra ponerse de acuerdo en un santiamén a la hora de financiar generosamente a la banca cuando la crisis nos amenazó con un soponcio colectivo. Pero esas siete muertes por minuto a causa del déficit de agua de que hablan los expertos resultan excesivas incluso en este infierno selectivo. Tras cada una de estas convenciones queda más claro que nuestras cuitas mayores no son las derivadas de la geopolítica. La muerte y la desdicha tienen profundos cauces en esta sociedad desigual.
Tema horroroso, ya tratado otras veces, inconcebible. Lo de las muertes por minuto, para no dormir.
¡Mondo cane!
Parece mentira pero es la realidad. Hace años que MSFexplicó con que con i8ntroducir agua en los poblados y enseñar a la población del Terecr Mundo a lavarese las manos se evitarian mimmoles de muertes anuales. ¿Le importó algo a al ON, al FAO, a la vanguardista UE, al Vaticano…? No, que yo sepa.
No sñe por qué se empeña usted en llamarle a esto «sociedad desigual» cuando esto no es más que la Selva, con mayúscula y todas sus fieras libres. Es conmovedora la columna. Lamento ciertas ausencias hoy.