Le he pedido a Gonzalo García Pelayo, ese sabio de lo aleatorio que ha desplumado a tantos casinos, su opinión sobre mi colección de historias o leyendas, no sé, que versan sobre tahúres portentosos y genios dedicados al saqueo de las timbas. Lo de esos tres italianos a los que la policía ha echado el guante en Cannes por levantar una fortuna en pocas horas utilizando unas lentillas que les permitían ver las imperceptibles marcas de tinta que identificaban las cartas de una baraja introducida en el garito por un cómplice. O lo de esa misteriosa dama húngara que habría ganado cerca de dos millones de euros utilizando un minúsculo ordenata oculto en su telefonillo que, al permitir medir la velocidad de la bola en la ruleta, determinaba en una fracción de segundos seis casillas en las que indefectiblemente había de alojarse finalmente. También le he contado a Gonzalo el caso de un trío fullero que, hace ya unos años, creo que en 2004, desplumó más de una treintena de casinos utilizando una cámara oculta que desde la manga de uno de ellos permitía filmar al crupier. Gonzalo es una leyenda en este campo pero con la particularidad de que él jamás recurrió a la trampa sino a la observación atenta que, apoyada en el cálculo de probabilidades, le permitió ganarle la partida a unas mesas que jamás hubieran perdido si hubieran sido perfectamente aleatorias, pero que, ignorantes de sus propios defectos, permitían al estudioso detectar tendencias. “La probabilidad prevista para cada bola es de 1/37, dado que en la ruleta hay 37 casillas incluido el cero, eso es todo. No se le gana a la ruleta correcta, se le gana a la que está físicamente mal”. Gonzalo cree poco en estas noticias divulgadas y es muy probable que lleve razón en que, en la mayoría de las ocasiones, lo que circula por ahí son inventos más o menos verosímiles acogidos a sagrado bajo le irresponsabilidad periodística, pero que no resisten un análisis serio. Me ha defraudado, la verdad, porque no voy a negarles que la mera posibilidad de la trampa al tramposo me sedujo siempre.
Pronto veremos la película de Eduardo Cortés que, bajo el título de “De Pelayos” cuenta la fascinadora historia (porque esta vez no es leyenda) del círculo de Gonzalo, hijos y amigos incluidos, esa troupe a la que el Tribunal Supremo amparó frente a los casineros que la rechaza argumentando que lo que hacía para quebrar casinos “no sólo era legal sino que resultaba ingenioso”. ¡Los ropones rindiéndole homenaje, quizá sin saberlo, al dúo Pascal-Fermat! Entre los muchos triunfos que le conozco a Gonzalo, ninguno mayor que ése.
Interesante. No sabía que los Casinos fueran vulnerables. ¿Puede contarnos más de ese interesante personaje de que habla?
Lo que hizo este hombre no es dado a todo el mundo .Paradojicamente hay que ir al casino con mentalidad casi ascética: no beber, no dejarse distraer, no dejarse intimidar, atenerse a lo dicho sea cual sea lo que pase, dedicar tiempo, tener un tesoro de guerra suficiente y ser unos cuantos en los cuales tienes que tener completa confianza.
Son muchos requisitos fuera del alcance de la mayoría, por eso «los Pelayo» son dignos de respeto y admiración….amén de que eso de vencer a un casino es GENIAAAAL!
Beszos a todos.