Un programa especializado en telebasura al que, sin embargo, asisten altas personalidades y algunos periodistas que no precisarían de esa abyección para vivir de su profesión, ha entrevistado a la madre del menor que en su día se declaró autor del crimen cometido contra la desaparecida Marta del Castillo en colaboración con el implicado principal. El programa ha sido negociado por un abogado, como ya va siendo habitual en esta cenagal industria, y fue contemplado por dos millones de españoles ávidos de esa emoción fuerte y morbosa que destilan los delitos cuando reúnen la sangre con el sexo, lo que convierte en expletiva la justificación del presentador de que exponer al alcahueteo público la presencia de la madre de semejante detritus respondía, a un “interés social” que, en efecto, los datos de audiencia – nada menos que un15’1 por ciento del share—se encargarían de confirmar. Allí estaban de comparsas, cada cual con su papelón aprendido, algunos profesionales y ciertos recurrentes espontáneos, para dar a la exhibición impúdica cierta apariencia de juicio ponderado salvando en lo posible el culo propio pero legitimando a la compareciente que, total, vino a decir, como cabía esperar, que su hijo era inocente –“un buen niño”, dijo de esa prenda–, que si se había declarado en su día reo de violación y homicidio fue a causa del pánico policial padecido y que, por descontado, no tenía ni idea de dónde había ido a parar el cuerpo del delito. ¿Se puede cobrar 10.000 euros por hacer ese papelito de espaldas a la cámara? Pues se puede, no lo duden. Se pudo comprobar el otro día en una cadena privada a la que no entiendo como no alcanza la, para otras cosas, larga mano de algún Consejo Audiovisual. Si no queremos que esta corrala se azarzuele y avillane irremediablemente urge arbitrar algún tipo de limitaciones al exhibicionismo demandado por el basural televisivo. Si evitar eso es censura, no tengo inconveniente en sostener que aquí hace falta una censura como el comer.
Hemos acabado por hacernos el cuerpo a la evidencia de que esta sociedad vecindona y ventanera se pirra por el insustancial secreteo de los famosos reales o mediáticos. Pero otra cosa muy distinta es, en cualquier caso, hacer de la tele un tribunal popular, una suerte de segunda y definitiva instancia –mercenaria, para mayor inri—de los casos que, por su naturaleza, han estado y están reservados por la Ley al ámbito penumbroso de los tribunales. Que con cinco millones de parados y muchos más en apuros haya quien se forre revolviendo la cochambre nacional es un disparate. Que la propia Justicia lo consienta es algo que no tiene ya nombre.
Hace un rato, “zapeando”, he visto tres cadenas con el mismo tema;
La 1, Antena 3 y Tele 5.
Las series de tv que arrasan entre las audiencias masivas constan, por exigencias del diseño comercial del producto final, de un todo en el que la proporción de los ingredientes se reparte casi a tercio fijo: sexo adolescente, sadismo y desprecio a los valores. ¿Por qué no iba a arrasar un show que retrata, casi en idéntico porcentaje, una historia similar a las vomitadas por las factorías de ficción del cine y tv? Lo digo, pensando especialmente en unas audiencias que, en muchos casos adolescentes, no distingue entre la vida real y jugar a la Play Station.
Sdos.
Este es un caso más demostrativo de que la ley no funciona, en espoecial la del menor. De todas formas, les confieso que no me entra en la cabeza (demócrata, bien entendido) la situación creada en este asunto, en el que unos zagales que no parecen nada del orto mucdo se choeta de la policía y de los jueces como si nada. ¿No cuenta el perjurio, no se cuenta la obstrucción a la Justicia, qué hacen en esas perspectivas nuestras autoriaddes m,ientras los zagales se chotean de ellas? Hay tema de los que prefiero huir pero estoy segyro de que éste es uno de esos que azuzan la ferocidad humana y excitan sus institntos en demanda de medios capaces de restablecer la justicia. Supongo que me hago entender.
País de perros, país de cerdos, país de acémilas. Sálvese quien pueda.
Todo esto es despreciable e incomprensible. Si la Justicia nu puedfe con cuatro niñatos asesorados, ya me diránm qué podrá hacer conm los grandes delincuentes.
Acabo dd enterarme que tres empresas han retirado su publicidad del programa en cuestión. Un buen precedente aunque lo lógico sería que fuera la autoridad –el columnnista habla de losn Consejos Auidiovisuales– la que cortara por lo sane esta exhibición indecorosa.
Si son dos millones los mirones, difícilmente podrá erradicar esa vicio la autoridad, incluso si limita –cualquier limitación es censura, peor no toda censura tiene por que ser injusta ni mala– los contenidos verdaderamente estúpidos y despreciables deeste género de moda. Tengo entendido que don Gustavo Bueno lo defendió en su día pero desconcozco sus argumentos y en cualquiewr caso no me interesa ningún argumentoi teniendo mi propio criterio estraido de mi experiencia directa. Pocas veces se había caído tab bajo, eso es verdad. ASunque me da la sensación de que nos falta mucho para tocar fondo.
Tengo entendido que los 10.000 euros le han sido confiscados por el Juzgado a la madre en concepto de la indemnización pendiente que tiene el nene. Ni al mejor novelista se le ocurre una argumento como éste.