Es pronto para reconocer méritos y para atribuir culpas al «Gobierno del cambio», pero ambas cosas se están haciendo. Y ni la listeriosis la ha provocado ese cambio ni la presunta convergencia económica puede atribuirse (todavia) a la tarea de la coalición gobernante. Cerca de medio siglo de «régimen» impiden desligar tan prematuramente de su responsabilidad nuestros crónicos desastres tanto como apuntarle a los nuevos gobernantes los presuntos éxitos recientes. Vencedores y vencidos (de momento) deberían contener su impaciencia ya que –como diría la portavoz del Gobierno central– «no se tomó Roma en una hora» ni se puede asaltar el cielo en un pis pas. Lo malo es que lo que a unos y otros importa no es la objetividad ni el bien común sino el negocio propio. Sean realistas: en la puerta del infierno público –como dijo el poeta– lo suyo es dejar toda esperanza.