Hablo con esa extraordinaria periodista, Eva Díaz, que en este diario se encarga infatigable de levantarle el celemín a la velilla de la cultura. Como a todos los ancianos de la tribu me toca ponerle carne y hueso a los mitos literarios que nosotros tratamos y ellos, los jóvenes, heredaron ya como leyenda. Hablamos de Artur London, de cuando los entonces jóvenes vinculados a la utopía colectivista (¿se han fijado en el eufemismo?), incluso los que lo respetamos y quisimos tanto, no acabábamos de fiarnos de aquel mártir sin rencor contra quien nos habían predispuesto los vividores de la ortodoxia. ¿Era posible lo que contaba Artur en “La confesión”, la epopeya que dieron a conocer entre Semprún y Costa Gavras, o sería nuestro amigo un agente secreto de la agitprop burguesa, capitalista y demás, que lo utilizaba de cuña de la misma madera? ¡Hasta los que lo tratábamos y queríamos manteníamos aquella duda fomentada por nuestros castradores! Eva no entiende nada, no puede entender, claro, porque quienes han vivido siempre en libertad no pueden imaginar siquiera lo devastadora que puede ser la duda moral del militante que cree estar librando la última batalla. En Madrid, en casa de los Liberman, en su modesto apartamento de París, mirábamos aquellos ojos piadosos, de un celeste diluido, habitados aún por la sombra de la duda de la propia Lise, su gran mujer, la que lo abandonó “en conciencia”, engañada por los verdugos, debatiéndonos entre el tirón entrañable con que nos atraía el hombre bueno y la prevención inducida: ¿sería una víctima o un falsario aquel a quien, en cualquier caso, tanto queríamos? Eva no entiende nada, ¡y miren que es lista! Hay un abismo ¿insalvable? –la estatura del padre—que nos separa de los siguientes impidiéndonos medir con la misma vara. La realidad, lo que fue, puede que para nosotros sea ya un mito: para ellos, ni eso.
Generaciones y semblanzas. Yo mismo busco en la prosa de Eva –azacana, ingenua, brillante—el bramante que nos engarce en una misma guirnalda, el hilo frágil del collar de la vida. Y no lo encuentro, fuera de la comprensión y el cariño, como seguramente no lo encuentra ella. “¡No me lo puedo creer! ¡Qué daría yo por haber conocido a ese hombre!”, me dice cuando evoco aquella mirada tierna, clarísima, que nos seducía sin remedio sin despejarnos del todo la sospecha. Y yo no sé qué responderle. Hay un abismo entre las generaciones que quizá no nos enfrenta pero que inevitablemente nos distingue hasta dejarnos –a ambos—solos como la una. Lo entiendo al ver que Eva no puede comprender nada de esta historia. Como no puedo comprenderlo yo mismo.
Usted debería escribir unas memorias, para conservar la de tanta gente como ha conocido y tratado, lo que no es tan frecuente en nuestra tierra. Lo que recuerda hoy es muy importante para quienes pensamos (soy más joven que usted) que la «generación de papá» tivo grandes errores junto a muchos aciertos. Usted al reconocerlo nos da una clave y una lección.
Te acompaño en el sentimiento.
El secuestro y castración que allá por los 60 me impuse inconscientemente, me me ha llevado a una esquizofrenia (asumida), y también a una ansiedad de conocimiento de lo autocensurado durante los años más importantes de mi vida: la de la estructuración de conceptos que te acompañarán hasta la muerte.
Unos los he tenido que revisar y otros confirmar con el tiempo, más los que he incorporado después con la ayuda del empirismo y el eclecticismo.
¡¡De cuantas cosas nobles y sinceras he huído!!
Buenos días desde Viladecans.
Aquellos tiempos de certeza… En la certeza suele estar el error. No hay nada como la duda para garantizar el criterio objetivo. En la medida en que éste sea posible, que ésa es otra. Te he entendido muy bien hoy, al hilo del homenaje que le haces a esa joven. Del viejo el consejo, aunque tú, por muy Académico que seas ya, no eres tan mayor, ¿no, don ja?
Me alegra que dedique estos elogios a Eva, que con usted y poco más es toda la cultura que hay hoy en los medios andaluces. Que vergüenza que seamos tan mediocres y tan pedestres. Nos metemos con Canal Sur pero los periódicos, quitando a ustedes como digo, son igual de mediocres y desinteresados por la cultura. No tienen más que ver la lista de consejeros de Cultura que ha tenido la Junta: a cual más analfabeto, con alguna excepción (Suárez Japón).
Bonita y honrada palinodia, más en estos tiempos cínicos donde se vende tanta memoria falsificada. El reconocimiento no elimina los efectos del error pero contribuye a evitarlo en el futuro. Se le agradece a gm su gesto de humildad. Que nadie le había pedido, por lo demás.
La experiencia es maestra. Y la sinceridad un raro mérito.
Cochina y redomada envidia al leer su proximidad a la hermosa y rotunda Eva. Preciosa columna la de hoy, a la que no soy quien para atar ni la correa de la sandalia.
Pero aprovecho que el Tormes pasa por Salamanca para agradecerle a la bella doña ese «Polvo del camino» que escribió y que habría que dar como lectura obligatoria para todos aquellos que se aproximan a la llamada Aldea. Para los que sepan leer, claro.
Me siento un poco al margen, al leerlos a todos hoy, como una niña apartada de las apasionantes discusiones de los mayores.
No sé quien es Eva, y bien que lo siento. En cuanto a todos esos procesos y condenas en mi casa estaban muy al tanto de lo que pasaba y de como eran las cosas así que no me siento concernida. Lo que sí agradezco es que los actores reconozcan publicamente sus errores. Algo tan extraño que merece ser recalcado y saludado.
Olvidaba. Besos a todos.
No se me quede con la duda. Eva tiene su referencia en la wiki. Sé que el anfi no se va a molestar por el copy/paste:
Eva Díaz Pérez es una escritora y periodista andaluza nacida en Sevilla en 1971.
Licenciada en la Facultad de Ciencias de la Información. En 1998 gana el premio de periodismo Ciudad de Huelva, en 1999 el áccesit del premio de periodismo joven Manuel Alcántara, y finalista en 2003 y 2004 del premio de periodismo cultural Francisco Valdés. Premio Unamuno 2008 concedido por el periódico Protestante Digital.[1]
En sus inicios trabajó en el desaparecido Diario 16. Actualmente es redactora de El Mundo, y colabora en revistas como Sibila, Mercurio, Clarín, Los Papeles Mojados de Río Seco o Andalucía en la Historia.
Como ve, una joya de chica.
Al libro al que hago referencia le han llamdo hasta ‘el libro maldito del Rocío’, base de encendida polémica. ¿Conoce algo de la romería, mi querida doña?
Me deja tocado la evocación de London, y el recuerdo de París, así como la libertad con que nuestro amigo es capaz de entonar un mea culpa, que, créanme, él exagera porque siempre fue no poco rebelde. Tampoco es cosa de que quienes luchamos por unas ideas en su momento solas ante el peligro, nos flagelemos demasiado, y me consta que jagm tiene muy claro que lo que hizo entonces no es reprochable en asbsoluto. Lo cual revaloriza aún más su gesto. Que a mí no me sorprende porque lo conzoco hace mucho.