Era lo menos que podía hacer y lo ha hecho. La Universidad de Sevilla ha terciado en el debate y cachondeo nacional provocado por una norma suya en que se disponen medidas de protección al alumno que copie en un examen, tratando de explicar que no se trata de ningún “derecho a copiar”, sino de conceder al copión la oportunidad de defenderse, por cierto ante un tribunalillo paritario compuesto por tres profesores y tres alumnos. El bastinazo ha sido de los que hacen época y viene a confirmar el desastre que reina en nuestro sistema educativo. Están de más, por eso, los intentos de explicación. A los autores de esa norma habría que separarlos de la responsabilidad universitaria.