Resulta que la industria turística –nuestro primer activo, más o menos—no encuentra camareros para atender a propios y extraños durante la inminente Semana Santa. Bueno, después de todo, eso no es ninguna novedad puesto que el mismo problema tiene hace años nuestra pujante agricultura –el otro activo regional clave—cuyos gestores se las ven y se las desean forzados a bajarse al moro en busca de la indispensable mano de obra, lo que no deja de ser cuando menos curioso en un país abrumado por un desempleo que supera el doble a la media europea. Algo no funciona en nuestra política laboral, en la asistencial o en las dos, cuando faltan manos disponibles en un mercado de trabajo sujeto a las exigencias electoralistas. El caso es que nadie resuelve esa paradoja que confunde al tiempo que dora la píldora al ya incontrolable problema de la ocupación.