Es frecuente escuchar que en el Tercer Mundo no existe la anorexia: lo que hay allá es hambre. No se privan de comer quienes carecen de alimentos sino aquellos que, por andar sobrados de ellos, cuestionan sus efectos y les endosan sus propios defectos reales o imaginarios. Incluso dentro de este paraíso feliz está probado que ese terrible desorden que atormenta a tantas familias se localiza entre los sectores privilegiados mientras que prácticamente se desconoce en los desfavorecidos. Toda una mitología surgida alrededor de las víctimas anoréxicas ha llegado a nimbar el fenómeno con una incierta aureola de equívoco prestigio (la “enfermedad de las modelos” la han llamado alguna vez) con el consiguiente daño, de paso que se ha hablado –tal vez sin demasiado rigor– del papel condicionante ejercido por el modelo extremo que propone una moda que ha idealizado hasta esquematizarla, en términos muchas veces inverosímiles, la silueta de la persona. Pero junto a este grave problema, común a todas las sociedades ricas, crece en ellas la preocupación por otros desórdenes entre los cuales destaca el consistente en una conducta a la que los expertos no acaban de decidirse a atribuir naturaleza patológica, y que consiste en la obsesión por reducir el alimento a tenor de un criterio higiénico estricto, de tal manera que se excluyan de la dieta todos aquellos que se juzgan perjudiciales o siquiera inconvenientes para la salud, esto es, en resumen, en la obsesión de la llamada “comida sana”, sin duda consecuencia última de una preocupación que, en su origen, no deja de tener sentido, a saber, la necesidad de evitar la ingesta de productos perjudiciales para el organismo o presuntamente contaminados por el espectro de la manipulación industrial. Desde las grasas hasta las bebidas carbónicas, desde los populares precocinados a toda materia sospechosa de contener aditivos químicos pasando por los malfamados transgénicos en general, el “ortoréxico” va desechando productos hasta reducir su dieta a una caricatura del todo insuficiente para una correcta nutrición. En el mundo pobre no hay más que hambre, en el rico, como puede comprobarse, las “maneras de mesa” son más sofisticadas.
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Hablamos ahora también de una enfermedad de “elites”, de un desorden cuyo origen es obligado relacionar con la abundancia y que, como es natural, resulta inconcebible en las vastas concentraciones de miseria que afligen a la Humanidad doliente. No hay anoréxicos ni ortoréxicos, por descontado, en los basurales del mundo pobre, allá donde se dice que muere hambriento un niño cada pocos segundos. Pero hay que decir que esa conducta, patológica o no, es feudataria, a su vez, de una mentalidad que deriva de los pruritos narcisistas con que se adorna la propuesta estética de las sociedades desarrolladas, esas “sociedades opulentas” que retrató Galbraith con mano maestra, en las que el individuo suele proyectar su autoestima sobre ideales tan exigentes como infundados. Es verdad que encontramos en el pasado ideales estéticos que implicaron regímenes alimentarios estrictos y con frecuencia insanos, bien para conseguir una opulencia que connotara salud o fertilidad, ya con el propósito de estilizar la figura humana (la femenina, en general) hasta forzar la sugestión espiritualista. Las modelos de Rubens debieron de comer opíparamente en sus días, pero las damiselas y hasta los pisaverdes románticos ayunaban y bebían vinagre para acentuar su torturado perfil hasta el punto de idealizar el flagelo de la tisis, oscuramente integrado en el canon de la elegancia. Siempre sin salirnos de la clase acomodada, nunca entre la menesterosa, claro está. La ‘ortorexia’ sería la penúltima “enfermedad de clase” que castiga a esta especie omnívora que, a costa de su misma silueta, está haciendo del ayuno voluntario un indicador de prestigio.
Como no dispongo de internet en casa, compro el diario «La Vanguardia» y me encuentro con las siguientes noticias:
El precio que han pagado los mafiosos sociatas del gobierno de Espanya por el voto en el Congreso de los Diputados, para mantener a la inútil Ministra de Fomento el el siguiente:
13.3 Millones de € al PNV y 51 al BNG. Estos les serán endosados en la actual legislatura.
Una muestra de la mafia política actual.
En la última página entrevista a un catedrático de psicología asturiano, en el que el citado docente manifiesta que la industria farmacéutica, hace años que está creando nuevas enfermedades psíquicas, potencia otras y se forra con los fármacos que desarrollla para aliviarlas; NUNCA CURARLAS ya que son FICCTICIAS.
Y para completar lo anterior en páginas centrales trae un artículo que corrobora en las manos que está el tinglado de la INSANIDAD de Espanya:
Según una encuesta efectuada entre los médicos españoles el 20% de los mismos toman medicamentos relacionados con los psicóticos.
Hace años que vengo denunciando en el RED la inmoralidad del monopolio de la distribución de productos farmacéuticos en España de miles de millones de € en juego.
Me parece muy buena la información de la Vanguardia, pero de que sirve? Aquí no importa nada ninguna noticia que avergonzaría a cualquier gobierno, y los periodistas tendrían un buen motivo para sacarles los colores. Tampoco importa que cuando el presidente Z va a hablar en el parlamento Europeo, se queda casi solo, porque ya le van conociendo.
¿Predicando en el desierto de nuevo, amigo ja? Pues a mí me ha gustaod mucho el asutno, que no imginaba siquiera, una demostración más de que la opulencia no encierra nada absolutamente bueno, sino una almendra que exige cuidado al consumidor. Malo que falte, malo que sobre. El Hombre parecee empeñado en probar su escsa razón.
No sabemos cómo van las adhesones al Manifiesto, tema de momento más interesante que la ortorexia, aunque gm hya creído obligado cambiar de tercio. Esperemos que seamos muchos ls adheridos en beneficio de todos.
Ante las opiniones que se han manifestado autorizándome la adesión al manifiesto, y las ganas que tenía de hacerlo, y tras pénsarmelo bien, hedecidido firmarlo.
Don quercus , sigo sin comprender lo dicho. Pero me entusiasma que sea usted capaz de cantar flamenco , y más en un bar portugués, y luego se vaya a dormir a la playa!Me gustaría presenciar la cosa.
De acuerdo con el comentario del Lechero, y con el del señor ura.
Antes, en nuestras sociedades los pobres se morían de hambre y andaban como fideos, y los ricos se morían de apoplexia y del corazón por las carnes que tenían, hoy los pobres sufren de sobre peso y los ricos de anorexia o de ortorexia. Es la primera vez que leo la palabra, pero me gusta.
Los seres humanos somos todo menos racionales.
Saludos en esta noche fresca de noviembre
siento especial placer en leer algunos seudonimos blogueros: cura de pueblo, abate marchena, lepido el timido, el lechero ….
Disfruto y me siento premiado al coincidir en un mágico espacio, electrónico y casi sin precio, con personas que brindan su opinion a quien la quiera escuchar.
Vuestros parrafos son flores de electrones que brotan cada noche, luminosas.
Bien interesante, se nerecía más comentarios esa reflexión que versa, como tantas veces, sobre la idea de que el Hombre utiliza mal sus enormes posibilidades, malgasta sus recursos cuando no los infrautiliza. Qué animal puñetero, el Hombre. Nunca le perdoaré a mi creador la enorme fe que depositó en nosotros.
Interesante. No sabía que exiestieraesa «enfermedad» que seguro que se curaba con una temporada en Darfur.
Confieso que yambién yo vigilo mi alimento cada vez más, pero es sólo porque entiendo que mi organismo no es ya el que era. Esta civilización carajota nos está volviendo locos a una velcidad de vértigo, como lo demuestra esta imagen que nos propone ja de esos privilegiados matándose tan tontamente. No es muy elaborado, en verdad, pero el argumento de una temporada en un infierno real me parece más que convincete como «tratamiento».
Pero vamos a ver, ¿es que queda algo en el mercado que no sea sospechoso de contaminación de algún género o que esté libre de las garras de la industria alimentaria? Pesticidas, hormonas, detritus, abonos…, ¿acaso hay algo aún que podamos hcer para preservar uestra higiene ideal? Una cosa es buscar raznablemente alimentos sanos y otra comerse el coco siguiendo doctrins surgidas casi siempre de la ignorancia.
Sin olvidar, amigos queridos, que el alimento «ecológico» lo más probable es que sea un gran camelo y lo más seguroes que constituye un gran negocio.
00:12
Si, amigo Marción, el negocio es lo primero, y no hay buen negocio si no se adoba con una dosis de fraude.
No hay forma de librarse de aditivos, colorantes reforzadores del sabor, conservantes autorizados, etc. aunque dediquemos todos los esfuerzos posibles a ello.
La industria alimentaria sabe lo que hace y consigue no sólo hacer leyes a su medida sino cambiar los gustos de la parroquia. Vean, por ejemplo, que ya no le gusta a casi nadie la leche pura y sin manipular que todavía se puede comprar a algunos ganaderos y que tampoco se pueden encontrar ya naranjas con sus semillas, simplemente, porque ya no tendrían venta.
Pues bien, a pesar de todo la esperanza de vida no deja de aumentar.