No sabemos a ciencia cierta si son auténticas o espurias las palabras que el doctor Vogel, el médico que atendió a Goethe en Weimar, afirma que fueron las últimas del genio:”Luz, más luz”. Digo que no me lo creo del todo porque parece probado que Vogel no estaba presente en la escena cuando Goethe murió y, en consecuencia, estamos ante uno de tantos casos (recuérdese el del médico de Pío XII, un tal Gaspanini) del facultativo que especula con las circunstancias del difunto notable. Pero no era ése mi tema, sino el anuncio oficial de que es probable que, durante el próximo invierno, la red eléctrica de Europa sufra las consecuencias de la precariedad de esa industria que, cuando la ola de frío de febrero pasado dijo aquí estoy yo, dio lugar a que, incluso una potencia exportadora de electricidad por tradición, como es Francia, se viera en la necesidad de importar nada menos que nueve mil megawatios. En Bélgica, por ejemplo, andan a punto de volver al brasero de cisco dado que sus técnicos dan por seguro que el suministro será insuficiente este invierno, en especial si se acumulan los riesgos de varios países, incluida Alemania que, con su gran industria, ya se las vio y deseó el invierno pasado para atender a su gran demanda. Una noticia pésima que, seguramente, inquietará a quienes recuerden el estropicio que se acaba de organizar en USA al paso del huracán “Sandy”. Es evidente que vivimos sobre un castillo de naipes en cuya solidez creemos a pies juntilla desde un optimismo que no se compadece con la realidad. Y si eso ocurre en los EEUU, calculen la que se nos puede venir encima, ante un factor semejante, aquí en la tierra de María Santísima y del poderoso looby energético.
No damos valor a lo que tenemos, por el hecho de tenerlo, y sólo cuando por lo que fuere nos vemos privados de uno de esos bienes fundamentales nos mesamos las barbas o elevamos rogativas. En Rusia sabemos que la autoridad hace la vista gorda en plena campaña contra el alcoholismo porque sabe que dentro hace más frío que en la calle, y tres cuartos de lo mismo ocurre en gran parte de ese mundo dependiente del wodka de garrafa. En España sabemos que en cuanto la costa se abarrota en verano los cortes se producen con frecuencia para que hasta los poderosos se cuezan en sus hornos de lujo. Esta increíble civilización siente que tiene los pies de barro en cuanto el termómetro sube o baja más de lo esperado.
No es la primera vez que go trae el tema de la precariedad de nuestra civilización matetrial, tan rica pero tan dependiente. Y está bien que se insista porque de otro nmodo la ingenuidad puede acabar por estallar en un tremendo susto.
Es asombrosa la contingencia del mundo y la ingenuidad de la especie. No nos damos cuentas de que nestm,aos viviendo sobre un barril de pólvora hasra que no acontece algún desastre. El apagón de «Sandy» no es el primero ni será el último.Los hombres tropezamos siempre en la misma piedra. ¡Benditos burros!
Algún día terminará esta incertidumbre, la Ciencia y la Teconología llevan un ritmo galopante y nos permiten confiar en que los logros actuales sean ademasn en un futuro, firmes.
El Hombre que tanto le preocupa, don ja, es un animnal de lo más ingenuo cuandos e mira en un espejo pero también cuando mira a su alrededor.
Nos hemos creído que bastaba con «progresar» materialmente, con olvido de la Naturaleza, que es la mayor fuerza en última instancia. Y sin conservar siquiera la idea de Providencia que, en el mundo preindistrial, funcionaba como un avuiso o un freno a la soberbia humana.
La soberbia ignora su insignificancia compara con la realidad, con la naturaleza, pero quizás el hombre no tenga otro remedio que seguir adelante siempre. Alguien ha invocado antes la Providencia, eso que no existe en la conciencia desde hace tres siglos…
Don prof, eso es lo que decían nuestros padres y finalamente tenemos que reconocer que no somos nadie, que la Naturaleza nos puede a todos y es la que manda.
Finalmente me parece bien que algo nos baje los humos. Lo único que deploro es que siempre pagan el pato los más humildes e indefensos.
Un beso a todos.