Las elecciones en Ecuador –un imitador (¿un títere?) de Chávez, un magnate bananero y una ‘barbi’ platino—han conseguido asomar a titulares por el hecho significativo de que sus dos millones y medio de emigrantes hayan votado masivamente en el extranjero por obligación legal y, en consecuencia, con el único propósito declarado de evitar la multa. Inquieta a los observadores con sentido común que se establezca en la región otra base del chavismo, así como el hecho de que la alternativa en la política hispanoamericana continúe entrillada en el peligroso binomio explotación-indigenismo. En este caso, los ecuatorianos eligen un presidente para suceder a los nueve que, entre tumultos y asonadas, han desfilado en los nueve últimos años –a presidente por año, que se dice pronto– tres de ellos tan fugazmente que ni han terminado el mandato. Y lo hacen en un país atribulado del que los ciudadanos huyen a la aventura porque baja el nivel de vida, suben la inflación y el paro (grave paradoja antikeynesiana) y hasta apunta una oscura crisis financiera tal vez producto de las guerras intestinas que libra la propia oligarquía. Ecuador tiene doce millones y medio de almas (dos y medio, en el extranjero, sobre todo en España y los EEUU) y una economía dual basada en el petróleo y las remesas enviadas por los emigrantes, que, medianamente ordenada al bien común, como diría el clásico, haría de un emporio de un país que produce 380.000 barriles de crudo al día (de los cuales procesa más de 150.000) y que ha recibido de sus emigrantes en los últimos veinte años nada menos que 18.000 millones de dólares, es decir, tres veces su presupuesto nacional y un quince por ciento del ingreso. Pocos escándalos como éste de Ecuador, un país sobrado de riqueza pero forzado a buscarse la vida fuera por un modelo de organización corrupto contra el que la mayoría hace tiempo que renunció a luchar. Los gorilas tienen en él una besana abonada y, evidentemente, lo saben bien.
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La evidencia de que el atraso de muchas naciones no responde a factores objetivos sino a los poderosos designios oligárquicos, por lo general conectado con los grandes intereses externos, gana terreno cada hora que pasa. No tenemos más que imaginar lo que podría hacerse en un país como Ecuador, con tantos recursos y una población tan modesta, a poco que una mínima voluntad de justicia inspirara el gobierno de las cosas. Y sin embargo, no parece que claree el horizonte ecuatoriano bajo la doble luz de un bolivarismo, obviamente ajeno a la realidad, y la rapacidad de un capitalismo incapaz de plantearse siquiera los riesgos que, ante esa aventura desconcertante, corre el continente en su conjunto. Países ricos en recursos y con poblaciones discretas que viven situaciones de pobreza extremada cuando no de miseria, “pobres ricos” sin otra salida que la que le ofrece la incierta odisea migratoria, y políticos incapaces de repensar el modelo social en términos tan viables como equitativos: mal cesto podrá hacerse con semejantes mimbres. Lo demuestran esos nueve presidentes meteóricos volteados en nueve años, pero lo prueba sobre todo esa riada humana de su diáspora emigrante que el domingo pasó por sus consulados proclamando descarada que si votaba no era por sentido cívico ni compromiso alguno con una clase política vista como una banda exactora, sino por librarse de la multa que impone el voto obligatorio. Ahí está, junto a la paradoja ecuatoriana, la posibilidad cercana de que desde México a Perú pasando por Brasil y Venezuela, un mesianismo montado sobre la violencia y la corrupción se apodere las esperanzas de unas muchedumbres que viven míseras sentadas sobre sus enormes tesoros. Malo si ganan unos, peor si lo consiguen los otros. Estos pobres paradójicos escenifican, un poco por todo el mundo, la tragicomedia de una política que les es tan ajena como su propio destino.
Hoy no hay impedimento te´cnico y, sin embagro, nadie dice esta boca es mía.Será que no interesa el interesante tema, Jefe. Muchas veces le admiro de su capacidad de encajar, créame.
En aquel tiempo dijo el Maestro (o sea hoy mismo) : «…un país sobrado de riqueza pero forzado a buscarse la vida fuera por un modelo de organización corrupto…» y más adelante: «…no responde a factores objetivos sino a los poderosos designios oligárquicos, por lo general conectado con los grandes intereses externos…»
Y dijo bien. ¿Pero no pasa un poco de puntillas sobre esos «grandes intereses externos», que responden a esas multinacionales impiadosas en las que Expaña no está libre de pecado? ¿A quién van a votar, a los que significan más de lo mismo, a los representantes de -no voy a llamarles ni siquiera derecha- que llevan toda la vida explotando su miseria y asentando sobre ella el fatuo pedestal de su riqueza injuriante de lujos desmedidos? ¿Qué ha hecho el capitalismo salvaje que los asola para remediar su pobreza sino abonar el terreno para que prendan las malas yerbas de los mesianismos liberadores? ¿Cómo superar sus cotas de ignorancia, de resentimiento razonable antes quienes cogen su dinero y corren, pisando barrigas de niños hambrientos e ignorando la pobreza extrema de esa gente miserable?
Servidora no tiene respuestas para esas preguntas. ¿Las tiene alguien y se anima a expresarlas?
18:56
No.
20:30 h.
Tampoco yo.
No las hay doña Epi, por Dios!
Dos soluciones tienen los deseperados: rezar o poner bombas: ¿a cual se apunta?
22:08
Lo malo, peor, es que ahora ponen las bombas rezando y con la bendición de Dios.