Al menos en cinco estados norteamericanos la ley contempla el enjuiciamiento de los menores asesinos desde la edad de diez años, incluyendo la posibilidad de que les caiga encima la cadena perpetua. La prensa neoyorkina comenta estos días, entre confusa e indignada, el caso ocurrido en Pensilvania (uno de esos cinco implacables estados), referente a un niño de esa edad, Jordan Brown, que ha matado a la compañera de su padre, embarazada y todo, con el rifle que aquel le había regalado, continuando luego su jornada con una naturalidad que ha convencido a los ropones de que se ha tratado de un crimen premeditado. Otra vez salta va la actualidad la inocultable realidad del ascenso de la criminalidad juvenil, e incluso infantil, y otra vez, como era de esperar, se reabre la absurda polémica en torno a la relación de influencia que pueda existir entre la propaganda de la violencia que es propia de nuestras sociedades y esas reacciones temibles que alteran el panorama cada vez con mayor frecuencia y en circunstancias más sombrías, como si no fuera evidente que –al margen de otras concausas siempre posibles–, el impacto demoledor de esa violencia tan extrema como asequible es, con seguridad, la causa, mediata si se quiere pero evidente, de una fenomenología tan desconcertante. Es inútil pretender que una educación en la violencia no rompa en resultados atroces. Fíjense ustedes y comprobarán que cualquiera de esos disparates juveniles ofrece una sugestión mítica tanto como mediática. La violencia real copia a la aprendida. No podemos pretender que nos salga gratis el ensimismamiento de los niños ante una tele que es tantas veces una escuela bárbara.
Sería cosa de ir pensando en buscar las responsabilidades, pero también los remedios a ocurrencias semejantes, en las actitudes adultas antes que en las de los anómicos inmaduros. Ese Jordan Brown, por ejemplo, la equívoca inocencia de cuya imagen nos desarma sin remedio, está clamando, no por su inocencia imposible, sino por la responsabilidad ajena de quienes lo han ‘socializado’ en el mal banalizando la violencia a través de una pedagogía ambiental que ha armado sus manos con un rifle al tiempo que bloqueaba su conciencia. Con independencia de la insensatez que supone situar el límite de la edad penal en plena infancia y pedirle cuentas al niño por los crímenes que lo han enseñado a perpetrar, física y moralmente –y acaso hasta seducirlo–, la violencia de los adultos. He visto, sin embargo, con cierta desolación, que hasta los medios más juiciosos por lo común cierran contra el niño terrible sin mencionar siquiera al padre insensato. El doble mito de Cocteau se ha quedado corto ante esa mirada huérfana del asesino precoz.
Tema crucial, que interesa a mucha gente asustada ante la progresíón de estos sucesos terribles, como los comentados ayer mismo aquí. La edad penal siempre fue motivo de discusión entre los penalistas, pero quizá en este mopmento histórico haya que tener en cuenta en ese debate el cambio abrupto de las circunastancias sociales, el impacto inevitable de la propaganda del Sistema con sus medios, los problemas sociales que afectan a las edades primeras de la vida. No es fácil. Las soluciones improvisadas no harán más que enredar una cuestión terrible.
Quien es adulto para matar lo es para ser condenado. Punto y aparte.
Nadie más cerca del problema que nosotros los docentes, que vemos crecer día a día la indiferencia ante disciplina y la falta de respeto a las instituciones, hasta a las más sagradas. El problema es grave, de acuerdo, dífícil sin duda, pero urgente: no podemos seguir discutiendo mientras se multiplican estos crñimenes atroces perpetrados por adolescentes y, a veces, incluso por niños.
Visité y me interesé en los viejhos tiempos por los «correccionales» franquistas, aquellos que vigiolaba la Guardia Civil y en los que la disciplina era de campo de castigo. Luego he oído y visot algo de los actuales «centros»: un desastre. Me pregunto ni no hay término medio en este asunto tan grave, y cóm,o es posible que no se produzca un entendimiento rápico entre los juristas y los políticos a la vista de lo que estña sucediendo y en prevención de lo que pueda avecinarse.
Lo que dice ese Nono es lo clásico, pero también lo monstruoso. En USA se han ejecutado –y aquí se comnetó más de una vez– a menores de edad, en algún caso con restraso mental incluido, por crímenes de sangre. Pero eso es matar pulgas a cañonazos, es tirar por la calle de enmedio, y no tratar de acercarse a un problema escalofriante que, sin duda, ha de tener sus causas determinantes o condicionantes. Claro que la situación actual , en España por ejemplo, es catastrófica, proque la pèligrosidad de esos menores está archidemostrada y sobrepasa con mucho lo tolerable hasta por la soceidad más permisiva suiempre que no se pierda la chaveta.
¿Y la responsabilidad subsidiaria de los padres? ¿Y la de la enseñanza programada desde el Estado? ¿Y la del legislador, la del juez, la del educador…?
Caso extremo, delirante (una cadena perpetua eventual para un niño), que debe respaldar a las exigencias de reforma legal hoy en discusión. El tema le quema en las manos al Estado, a los Gobiernos (/partidos) que ven en las medidas de protección y de sanción ventajas y riesgos electorales. No se antepone un debate serio para estudiar lo que antes ha sugerido ocn inteligencia nuestro amigo Max.
Sigan cogiéndosela con papel de fumar y se multiplicarán los crímenes de esos niños de la katana. Todos tenemos culpa de esta suprema amenaza a la seguridad de la vida.
Se agradece la templanza de jagm ante un tema como éste, su energía sin perjuicio de su comprensión. El tema es difícil, bien lo sabemos quienes hemos tenido que aplicar la Ley a veces a menores, muchas veces, para ver luego cómo se desarrollaban los acontecimientos una vez que los menores salían «condenados» y eran puestos a disposición de la Administración. Insisto, es un asutrno grave y refractario a las soluciones emocionales. Pero urge su revisión legal, de eso no cabe duda.
No he entendido lo de Cocteau. ¿Alguien puede explicármelo, doña Epi quizás, don Griyo, alguno de los ilustres profesores del blog?
¿Dónde está el límite? No seré yo quien responda, por discreción. Me ha impresionado la voz de experiencia de Ropón pero atmbién la columna con sus datos y sus reflexiones. Difícil cuestión, desde siempre. Sólo que en ests tiempos que estamos viviendo las cosas han llegado a un punto sin retorno o poco menos.
Don XXY, lo de Cocteau es «la bella y la bestia». El título es bastante sugerente.
Valiente y mesurada reflexión, a la cual nos tiene acostumbrado don José António.
Es evidente que cada sociedad produce sus criminales y delincuentes: es su deber el controlarlos y buscar como disminuir tantocrimen en vez de contemplar como van aumentando exponencialmente. Para ello hay que tener seso y ser valiente porque es ir a contracorriente de la posición actual. A ver quien se atreva , si inmediatamente le van a tratar de reaccionario?
Besos a todos.
Y también, naturalmente, el título del artículo, «les enfants terribles», dos hermanos efectivamente «terribles».
Gracias, doña Marta, porque mi conocimiento de Cocteau es tan escaso -y su figura tan poliédrica, autor teatral, músico, pintor, …- que yo me hubiera ido a terrenos más difíciles, sin ser capaz de citar nombres, pues creo que al hombre le apasionaba las dobles personalidades tipo Jekyll/Hyde y algún otro fenómeno como ese ‘doble’ que todos tenemos y que puede encarnar todo lo contrario de lo que somos. Hubiera, en mi ego inflamado por el supuesto elogio, desbarrado por los cerros ubetenses. Merci bien.
¿Edades? Que yo sepa se está intentando elevar la edad del consentimiento en menores para mantener relaciones sexuales, porque la norma actual permite barbaridades. Que yo sepa la futura ley del aborto contempla que una menor, de dieciseis, diecisiete años, pueda abortar sin conocimiento ni consentimiento de sus padres. Igual que ahora se da la píldora del día después como si se tratase de lacasitos. ¿Cómo se va a crear un espíritu de responsabilidad paternal en educación, en valores, a los que siempre se les llamó principios, si por otra parte se hurta a los padres desde el derecho de dar una oportuna y simple bofetada -no un trompazo o puñetazo- hasta la seriedad de ciertas exigencias?
Y añada, buena mujer (hum, qué sé yo), que en estos momentos se está preparando una ley de apoyo al libre albedrío de los menores para decidir sobre muchos aspectos de su vida, y esta misma mañana la ministra Babieca o Bibiana o como sea lo ha explicado a los españoles y españolas: «Si tienen edad penal, pues ya se sabe». Gran argumento que podría invertirse: «S no tienen edad para votar, pues…».
Un asunto impresionante, sí señor, sobre el que mucho me temo que nunca nos pondremos de acuerdo, unos porque son buenistas y otros por lo que ustedes quieran. La responsabilidad juvenil, la de lso menores, hay que regularla con prudencia y firmeza, pero en una época como ésta, en la que la noticia nos dice que las circunstancias están provocando altos y peligrosos desvíos de la conducta, mucho más. No se trata de enducercer nada, sino de establecer unas reglas para que n haya ningún sector social que crea que todo el monte es orégano.
Como seguramente sabe don gm, el argumento generalizado de que el endurecimiento de las penas NO CONLLEVA UN DESCENSO DE LA CRIMINALIDAD, un argumento que surgió del arsenal abolicionista frente a la pena de muerte, NO ES CIERTO, o cuando menos,s e discute hoy a brazo partido esgrimiento cada cual su estadística. Interesa recordarlo cuando se habla de regular con seriedad la responsabilidad de los menores, un sec tor social que merece todas las atenciones posibles, pero que en modo alguno tiene derecho a campar por sus respetos, exento de responsabilidades por hache cuando no por be, y casi siempre en la práctica.
Mudo aunque no ausente de este casino, me asomo para agradecer que alguien haga un comentairo com el último, de Sociologuillo, interesante en muchos sentidos aunque, con toda seguridad, incorrecto políticamente.
De la cruz a la raya. Bien sabemos muchos profesionales y muchos ciudadanos lo que está costando tanta indecisión en materia de responsabilidades del menor.
Término medio: «mesótes» en griego. Tendrían que leer la Ética del Estagirita, pero ZP sólo lee a quienes ya sabemos. Estas cosas contribuyen a fomantar la desconfianmza e incluso el miedo en la Ciencia, cuando en realidad lo que deberían es hacernos ver lo peligrosa que es la política, sobre todo en manos de Biniana, pero también en manos de Taillerand.
dificil situacion la que suscita usted hoy, complicada trama en la que se culpa a la sociedad o al individuo, no se sabe hasta que punto alcanza la responsabilidad de lo ocurrido y cuanto afecta a uno y otro, probablemente el chico esta enfermo, pero fue el que apreto el gatillo y la madrastra ya no esta. un saludo Don Jose Antonio