No sería bueno para nadie revivir los viejos tiempos de la confrontación interna en el “régimen” ni olvidar que la autonomía andaluza ha soportado ya dos vejatorias defenestraciones en su Presidencia dictadas desde Madrid, pero hay indicios sobrados para temer que Andalucía se convierta de nuevo en campo de batalla partidista. Esperemos que así lo comprenda una Oposición conservadora que bastante debería tener con sus propias guerras intestinas sin necesidad de lanzarse a los tobillos del adversario. ¿Vamos a ser siempre rehén de los partidos y sus “aparatos”? Esperemos que los celos entre los bandos partidistas no contribuyan a un desorden político que no beneficiaría ni a ellos mismos. Junta y Gobierno deberían entender que ningún barco llega a buen puerto con cuatro manos al timón y mantener siquiera un mínimo de lealtad institucional.