Un ayatollah iraní se ha dejado caer rotundo con la teoría de que los terribles seísmos que andan asolando al planeta no son más que la consecuencia del desastroso comportamiento de la especie humana, sobre todo en lo que toca al ámbito sexual. En el país más desgraciado del mundo, en Haití, ha hecho furor esa misma teoría tras la catástrofe que acaba de destruirlo igual que en Perú, de creer a los medios más solventes, trece de cada cien ciudadanos han interpretado el reciente terremoto como un castigo divino a los desórdenes de la conducta colectiva. En México ha sido tal el eco de esa opinión, que el arzobispo Martín Rábago ha creído preciso salir a la palestra para advertir a los fieles que Dios no castiga a ojos cerrados y que el mundo físico tiene sus propias leyes para explicar las desdichas sobrevenidas. También la catástrofe de Chile ha sido anunciado por un “profeta”, un tal John Harris, exactamente en los términos que Voltaire creyó preciso ironizar en su poema sobre el terremoto de Lisboa, sinopsis de lo que, más explícita y divertidamente, nos mostrará luego en el “Cándido”, soberana paliza a la ingenua teodicea de Leibnitz que resumía el panglossiano axioma de que, a pesar de los pesares, vivimos en el mejor de los mundos posibles, que mereció la severa reconvención del “ingenuo” Rousseau. No hay quien libere al Hombre, por lo visto, de esa tendencia a mirar al cielo cuando brama la tierra y a culpar a santa Bárbara del trueno, reduciendo la espléndida e inabarcable lógica de la realidad al juego menor de las enojosas relaciones de una divinidad vengativa con sus desobedientes criaturas. Y sobre todo, no hay forma de liquidar el mito de Sodoma, con su necia e insidiosa idea de que el desastre natural no es el resultado de la propia dinámica de lo real, sino la consecuencia de la ira divina ante la licencia nefanda. La Biblia en pleno futuro, el mito genesíaco de los diez justos inencontrables o de la universalidad del mal, la estúpida identificación del mal con el sexo. La infancia de la Humanidad no es una etapa de la especie sino su propia condición.
Lo asombroso no es, sin embargo, que en pueblos relativamente atrasados hallemos opiniones como ésas que son expresión de un comprensible primitivismo, sino de que podamos tropezárnoslas en ambientes desarrollados, en los que la inopia religiosa pretende barrer para casa en la medida en que aceptar el mal natural como castigo reforzaría su no poco desgastado poder. Y lo triste es que ese primitivismo tenga margen aún lo mismo a un lado que al otro del gran dogma. La credulidad produce más milagros que la impostura, dijo alguien con más razón que un santo.
¡Pobre Dios!
Oportuno comentario, crítica impecable. Esos mitos se fomentan desde la irraiconalidad porque ésta fortalece al Poder. ¿Por qué creen ustedes que muchos poderes, el nuestro entre ellos, desmotiva deliberadamente la cuultura y la enseñanza? Pueblo ignorante, pueblo cómodo.
Juegan con la ignorancia, lo mismo en Teherán que en Roma. Lástima. Aun desde posiciones trascendentalistas puede verse a la secularización que nos trae esta época, como consecuencia de actitudes como ésta, algo útil además de merecido. Todo es una pena, pero hay que reconocer las cosas.
Con dolor de mi corazón debo decir «amén» al comentario de Eleuterio, que hace honor a su nombre.
La Iglesia sin duda juega con el sentimiento de culpabilidad pero también ha inventado el perdón de la culpa. Se puede asumir que si así piensan las gentes , es que se sienten culpables, independientemente de que la Iglesia o la religión, sea cual sea, eche leña a la hoguera. Creo que , independientemente de » Roma o Teherán» , la conciencia nos molesta. A veces es para bien y otras para mal.
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Personalmente conozco a mucha gente que se siente culpable y no tendría porqué, pero es así, y NADA tiene que ver con los preceptos cristianos, sino con los estándares sociales familiares. El ser humano es todo menos racional y así se explica que, en cuanto algo se le escapa, cuando no puede dominarlo echa mano de cualquier disparate.
Creo que echarle la culpa a la Iglesia y a Cristo de nuestras flaquezas es un poco fácil.
Un beso a todos.
Claro que hoy me puedo dar pro aludido y me cuesta comentar, pero a pesar de ello he de decir que la columna es muy oportuna. Porque es inc omprensible que aún subsista tanto boboempeñado en asustar al personal o tanto malo dedicado a engañarlo. Aunque siemnpre queda preguntarse por el interés que peudan tener en ello los inquisidores. ¿Por qué esa manía secular al sexo? ¿Por qué esa hipervaloración de la castidad que los hace proponer que quien falta a su modelo ideal está provocando un terremoto? Lean el «Cándido». Allí nos vemos.
El Mundo de hoy asegura que Gandhi se acostaba con jóvenes desnudas para demostrar que podía defender su castidad. Yo le llamo a estas cosas estar loco.
Hay mucho Gandhi por ahí…, me parece a mí. Me ha interseado mucho la columna con su tesis implícita y sencilla, así como el comentario de nuestro doctor Pangloss. Es verdad, eso que pregunta el doctor es la gran pregunta que había que hacerle a estos obsesos.
He estado fuera y vuelvo a vuestra comoañía, que encuentro muy mermadilla, ¿no? Me han encantado los últimos coments. sobre Ghandi. La castidad funciona como un prejuicio de fácil contagio. Peor para ellos. ¡Pero que nos dejen tranquilooooooos/aaaaaaaas…..!
I do not be aware the way I finished up listed here, however presumed that put up was once beneficial. I’m not sure who that you are having said that absolutely you are going to some sort of famed writer if you aren’t witout a doubt. Cheers!