En una de sus divertidas aunque edificantes columnas, mi dilecto Javier Caraballo ha exprimido la injusta noticia, divulgada por ese monumento a la charlatanería que es el “Bild”, en la que se atribuía al profesor Ropers, director un departamento en el Instituto Max Plank de Genética Molecular de Berlín, el peregrino invento de unas “pastillas contra la estupidez”. Los hombres persiguen ávidamente lo que necesitan y ello explica que en demasiadas ocasiones crean haber dado con el mato de la piedra filosofal o la fuente de la eterna juventud cuando, en realidad, no han hecho más que proyectar sus deseos sobre ese horizonte de esperanza –esa conradiana “línea de sombra”—que orienta la vida, razón de más para que no creamos en esos duros a tres pesetas que nos ofrecen constantemente los saldos mediáticos. Javier ilustra su escrito con la portada sobre el tema de la idiocia de una obra que no tengo el gusto de conocer, pero a mí enseguida me ha traído a la memoria la obra memorable del brasilero Otelo de Carvalho que, bajo el título de “O imbecil colectivo”, ese “ente proteico e innumerable que no es propiamente nadie”, según el propio autor, deja en evidencia muchas de nuestras certezas más elementales al tiempo que cuestiona a fondo nuestro propio escepticismo. ¡Ay, querido Javier, la estupidez! Hablar de esa triste y numerosa condición es hablar de la mar, como lo es hablar de la inteligencia, envés del mismo garlito taxonómico, con la que hoy se despacha a gusto medio mundo a propósito de ese matemático ruso y excéntrico que ha rechazado de plano el premio que le otorgado sus compañeros por haber resuelto nada menos que la famosa conjetura de Poincaré. Cada vez que recuerdo lo del ‘imbécil colectivo’ empalmo el tema con la teoría gramsciana del intelectual también colectivo, pero todo indica que éstas y cualquier otra disquisición pierden sentido hoy ante un horizonte informativo en el que hasta tonterías como la divulgada por el ‘Bild’ se hacen sin problemas con el mercado de la opinión.
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Hay que pillársela con papel de fumar, no cabe duda, a la hora de clasificar al personal en tontos y listos como si los límites en ámbito tan vidrioso estuvieran claros, que no lo están, razon por la cual, no sé el despectivo excéntrico, pero seguro que Hans-Hilger Ropers –ese pedazo de sabio que lleva decenios empeñado en aclarar las bases moleculares del retraso mental (lean ‘Nature’, por ejemplo)– me daba la razón. Siempre que tengo que habérmelas con algún “inteligente” oficial recuerdo que Bergson sostuvo que si algo caracterizaba la inteligencia era su incapacidad natural para comprender la vida. Ahí tienen a ese sabio loco rechazando los galones y el pastón de sus colegas mientras vive apurado de miserias en un cuchitril de San Petersburgo, colgado de un colosal flipe de conjeturas y aporías por las que navegan desconcertadas las hipótesis cabalgando logaritmos y derivadas o balanceándose como acróbatas en esas misteriosas cuerdas teóricas que postulan los nuevos inventores. Lo que no tiene nada de imaginario es el proyecto de Ropers de descubrir el intríngulis biológico que funda la diferencia en sus bases neurológicas estrictas. No hay pastillas contra la idiotez, qué más quisiéramos, como no las hay capaces, diga lo que diga la publicidad, de conseguir que un membrillo se vuelva lúcido a pesar de la LOGSE. El conde de Lautréamont invocaba en sus “Cantos” el recuerdo infantil de esas “matemáticas severas” en las que un prodigioso majareta como Perelman es capaz de nadar contracorriente hasta la orilla prohibida del misterio, pero “de esos cocos, pocos”, mi joven Caraballo, con pastillas o sin ellas. Tenemos para largo con el imbécil colectivo que tanto despreciamos, Javier. Tanto, como con la fascinación por el sabio loco, niestzcheanamente “demasiado humano”, que rechaza un millón de dólares y se queda tan tranquilo, la criatura, tieso como una regla pero feliz en su universo de certezas.
Ojalá pudiera existir esa píldora contra la estupidez, pero habría que administrarla a más gente que la aspirina. Y es que la estupidez no es exactamente lo mismo que la falta de inteligencia. Hay genios absolutamente estúpidos, lo que me lleva a pensar que se puede tener inteligencia para algún aspecto de la actividad humana y al mismo tiempo ser un estúpido. Hay montones de ejemplos: grandes novelistas que, fuera de sus novelas, no dicen más que tonterías (y no quiero señalar).
Hay que seguir más abajo, parece ser que le dijo la novieta a su tronco, harta al parecer de que el goloso se engloriara sin límites en sus campanas de miel. Pues con el Jefe, tres cuartos de lo mismo.
Es verdad que servidora a veces se queda en lo superficial y de más cómoda lectura y luego me tildan, vayapordió, de zascandila –qué más se puede esperar de una vieja atolondrada que bufa subiendo escaleras con los avíos del puchero- pero tras la droga dura de la Cruz de muchos días, repleta de sabios de los que una nunca oyó hablar, el Belmonte me reconcilia con la comprensión lectora. Que se le entiende todo al varilarguero.
Después de lo del hombre más sabio del mundo –el matemático tal vez no sabe ligar una mayonesa, distinguir un gorrión macho de una hembra o hacer su cama-, epíteto que también se le añade a algún campeón de ajedrez, igual que se intitula “la mujer peor vestida del mundo” a cualquier perdularia que gasta un potosí en trapos de marca, pero sin gusto, digo que lo que mejor se le entiende al Maestro es cuando habla de listillos. De aguilillas que aprendieron el catón de la picardía y se forraron y se forran, y de tontos, tontas del haba como esta menda patosa de servidora, que sigue llegando a finales de mes con el mismo saldo de siempre en la libreta.
Ayer oí en el televisor nombrar a Marbella como la ciudad de la corrupción y mi pareja saltó con indignación porque decía que corrutos –Pepiño dixit- eran sólo unos pocos. ”Sosiégate, le dije, que luego te sube el azúcar como a la Esteban. Pues claro que ciudad corruta. Lo que pasa es que listillos eran sólo unos pocos, asentando bien los pies en la base de esa pirámide que acetó –otra vez Pepiño- televisores y casitas del Gordo y luego obligaban a votar a las tres letras hasta a las buganvillas. Esos eran los tontos del cuento. Tontos frente a listillos”. (No. Si luego va a resultar que también entiendo un poco los artículos largos del Jefe).
Malva ha dado en el clavo. Curioso escuchar a los inignes que nos han admirado (no doy nombres, para qué) largando tonterías sobre la vida. Qué verdad tan grande eso que dice jagm que decía Bergson él sabrá dónde: la inteligencia no entiende la vida. Hay que admitir que los genios lo son en su terreno, fuera del cual cargan con la misma vulgaridad que los demás.
El tema es viejo y debatido, pero siempre interesante. La inteligencia –¿qué será eso?– es una capacidad aplicable a un ámbito concreto. Hay personas inteloigentes «para» esto y torpes para aquello de más allá. Como nada tiene que ver la genialidad con el humanismo. Einstein maltrataba a su señora, Goethe era un egoísta atroz, JRJ parece que tampoco le ahorraba malos tratillos a su santa, y así sucesivamente. Tomemos al genio en su genialidad y olvidémonos del resto. En cuanto a los idiotas, vonvivamos con su inmensa muchedumbre, a la que ni ustedes ni yo pertenecemos, no faltaría más.
Cuánto nos gusta el sabio loco, lleva razón usted, qué manera de mitificar la inteligencia, la genialidad. La extravagancia es como la marca del sabio, y los estúpidos quedan fascinados por ella. ¿Han visto la foto de este Perelman? ¿Recuerdan la pose de Einstein, le pegara o no la mujer? Es curiosa esa debilidad ignorante que se deja seducir por la pose del sabio. A ver por qué creen que Punset remarca su perfil de sabio distraído, un poco majareta, idealista y demás.
También podríamos ver esa hisotoria del matemático por el otro lado, es decir, como un gesto insigne de humildad, de renuncia, de indiferencia ante lo que no sea el saber. Decir que se siente pagado por el hecho de la demostración conseguida es algo para no ser echado en saco roto. Aunque considerando la precariedad de su vida y de la de su pobre madre, quizá tuviera lógica un poco de sentido práctico.
Lo de los sabios locos que nos encantan es verdad. Recuerden que esa imagen nos la inclucan desde el tebeo infantil hasta la propaganda oficial de los adultos.
Echo de menos algo sobre la matématica, en línea con las glosas que hace jagm en temas científicos. Pararse a entrometer con lo de las pastillas me parece muy bien pero es desperdiciar un tema, que él podría haber explotado con facilidad en beneficio de todos.
No fiemos enteramente de los listos pero ojo con los estúpidos. Uno de los dichos más divertidos que escuché en Andalucía aseguraba en cierto pueblo que, allí, «el más tonto hace un reloj». Pensé cuando lo oí que el más listo hace muchas veces las mayores estupideces.
Le he oído esta mañana en la radio, a usted y al sr. Arcadi Espada, hablando sobre Medio Oriente y la inmigración. Dos problemas explosivos, sobre los cuales –no había más que oirlos a ustedes– será difícil alcanzar incluso un punto crítico de coincidencia. Me ha sorprendido el sr. Montávez defendiendo, en respuesta a usted mismo, que los «terroristas» de Hizbulá eran al mismo tiempo «resistentes», como les llama ZP. Yo le preguntaría a ambos, a Montávez y a ZP, ¿y Josu Ternera o Chapote, también sos «resistentes»?
Creo que ahí más arriba lo que le están diciendo es que se les escapó una buena ocasión de argumentar eso, y lleva razón. A mí me llena de extrañeza que hasta personas tan educadas y serenas como ese señor Montávez pierdan la razón en cuanto se cruza la frontera de la «razón propia». Mientras tanto ambos bandos en Oriente Medio se destrozan mutuamente, qué se le va a hacer, si Dios (los dos dioses) no lo remedian…
Cuando le habló usted a ese experto/partidario (un poco «resistente» también él) de la resolución de la ONU incumplida (debía referirse a la número 1559 sobre el desarme de Hizbulá, ¿me equivoco?), recibió una respuesta curiosa por lo cínica: tampooco Israel ha cumplido las sesenta que tiene planteada. Aaaah! Ya ven como ninguno de los dos bandos razona más allá de un cierto punto. Cuando juzgamos a los diplomátcios con tanta dureza no tenemos en cuenta este hecho elemental.
La columna de hoy es todo una declaración sobre la temeridad frecuente de los medios de comunicación. En ciencia (es mi terreno) leo con frecuencia interpretaciones de lo más peregrinas y hasta rábanos cogidos apresuradamente por las hojas. Estos días hablando de los planetas, para empezar cerca, cada vez que se meten a opinar sobre los alimentos transgénicos o el cambio climático, entre mil casos más, se improvisan teorías sin la menor responsabilidad. El sr. Caraballo debería haber caído en la cuenta, sin necesidad de que usted se lo corrigiera tan amigablemente, de que un científico de ese nivel –cualquier periodista informado debe tener una idea sobre el Instituto Max Planck– no es posible que diga tonterías semejantes. Tienen ustedes gran responsabilidad y usted mismo me consta que maneja estos comentarios con información y criterio, pero con frecuencia se leen o escuchan otros que dejan preocupados.
Recuerden el éxito de la pmaplina ésa de la «inteligencia emocional» y cúrense en salud. Porque queda a la vsiat que se puede ser «el hombre más inteligente del mundo» y un perfecto inadaptado.
Nada que ver, como bien sabemos, la capacidad intelectual con la capacidad de adaptación a la vida; en este punto estoy de pleno acuerdo con Bergson y aquí el proponente. Lo que me ha llamado siempre la atención es el interés que despierta el debate mismo sobre la inteligencia y, por el envés de la cuestión, la discusión sobre la naturaleza de la idiotez. De acuerdo plenamente con lo aquí dicho ya: hay genios idiotas, y aunque en menor medida, también idiotas geniales. En la univerisdad americana que disfruto y padezco puede comprobarse con suma facilidad. (Y en las europeas, ¡qué nos van a contar, don Josian!).
El planteamiento tema, como psicóloga, me indigna bastante, porque hablan ustedes sobre materias que desconocen. A pesar de que pueda estar de acuerdo con algunas cosas que aquí se llevan dichas anteriormente, preferiría dejar cada materia en mano de sus especialistas.
¿Y quiénes son los especialista en inteligencia e idiotez, los psicólogos, señora mía? ¿Cuáles, los freudianos, los conductistas o los simplemente temerarios? Convenga conmigo que esa disciplina va un poco manga por hombro, en manos poco «especializadas» y que se parte de una enseñanza menos que mediana. El resto, de acuerdo: cada tema para quien lo trabaja, aunque eso cuesta decírselo a quien en este blog nos ofrece cada día una reflexión abierta y culta.
Echo de menos comprensión para el «sabio loco», sea o no el hombre más inteligente del mundo, y nos parezca o no la inteligencia una virtud suprema o, como llega a parecer oyendo a algunos, algo incómodo para los demás. Creo entender la intención de gm: relacionar un disparate con los tópicos que rodean la estupidea y, de paso, el caso de sabio con los tópicos que rodean la inteligencia y su culto. El espectáculo de esos congresistas apolaudiendo en pie al sabio que acaba de rechazarles el premio es elocuente y no poco ingenuo. Al final, lo importante –la solución del enigma de Poincaré– va a resultar que es lo de menos. Incluso para los matemáticos.
Hay que ver lo listos que son ustedes.
Mensaje recibido, hermano idiota.
Mala racha, gm. Ayer doña Epi le reprochaba un error ortográfico. Hoy el exrector ARV le da de plano con una cita mal escrita. ¿Mala racha? ¿Demasiado trabajo?
Belmonte ya ha contestado a ARV: puede que fuera un descuido o una de esas gracias que te juegan los correcores automáticos de internet. Pero si fuera una errata no resulta difícil atenuarla teniendo en cuenta la doble trampa que arman entre los verbos deshacer y desechar. Yo creía que a gm se le daba más crédito. Belmonte en su respuesta deja claro que hay razones para ello.
No es lo mismo la “inteligencia”, que el “saber vivir”. En esto estoy con Saint Germain, que me ha pisado el terreno en lo que quería comentar.
El “sabio” que ha rechazado el premio puede que tenga las dos: la inteligencia y la genialidad y la “listeza para saber vivir”, porque se puede estar muy a gusto sin un duro, tranquilo y entretenido a la vez, pasando de los fastos y de esa ambición, que ciega cada vez más a muchos en este planeta.
Dicen que “los inteligentes” sufren más, porque al captar todo lo que pasa en este mundo, comparten más el dolor. Lo que no sé yo qué “clase de inteligencia” tienen estas personas, porque hay algunas que lo son “oficialmente”, como dice J.A. y no se les nota nada.
Estoy también con el Sr. Cura, en que hay “tontos” que son muy listos. Me río yo de la gente que bautizan a algunos de tontos. Aquí hay uno, que ya quisiera yo llegar a su nivel de tontez, que ha sido capaz de montar un negocio bastante rentable, donde se gana la vida con bastante dignidad.
Y, cuando llegue la hora del último viaje, yo no quisiera –como tampoco para los que quiero- estar en mis cabales -sean pocos o muchos, no quisiera ninguno-, sobre todo cuando hay que sufrir antes de partir.
Yo no sé el nivel exacto de tonta que tengo, pero me pasa como a Epi, que he entendido hoy todo el texto del maestro. Bueno, no echemos las campanas al vuelo, que a lo mejó mañana me vuelvo un poco menos tonta y no lo comprendo.
22:47
Me decía mi padre que la inteligencia es el único don que Dios repartió con justicia porque nadie se encuentra corto de ella.
Por esta misma razón las cajitas con la utópica pastilla caducarían en las farmacias sin que nadie se interesara por ellas.
Un hombre que viajaba por el desierto se encontró una botella y al destaparla liberó a un genio:
–Soy el genio del dilema y te puedo convertir en el hombre más rico del mundo o en el más inteligente. ¡Elige, hombre!
–Deseo ser el hombre más inteligente del mundo.
–Hecho.
Una vez realizado el prodigio el hombre se sentó en una piedra y se puso a pensar.
El genio, que lo observaba curioso, le pregunto:
–¿Qué piensas, hombre?
–Pienso que ahora debería ser el hombre más rico del mundo.
hay gente tonta en exceso inteligente hay gente con carrera que son extremadamente tontos y prepotentes hay gente que no pone comas en la lectura pero que se nos entiende perfectamente, a partir de ahora las pongo, ……, la inteligencia no tiene nada que ver con ser listo, si no con resolver los problemas al instante, que cada dia te pone la vida, puedes ser muy vivo, pero jamas podras improvisar en algo muy gordo, por que no estas preparado para ello. pero todo se puede lograr con la mas absoluta humildad y saber que quieres aprender hasta del mas ignorante-..s-……