Dicen que el camelo tiene cortas las patas, que la verdad acaba alcanzádolo más pronto que tarde. Los que decía, antier mismo, que los peces muertos que aparecieron en la Ría lo estaban como consecuencia de cierto efecto ‘natural’ de lluvias y mareas, se esconden hoy discretamente tras la cortina, una vez desvelado que el accidente lo produjo un vertido de ácido sulfúrico escapado de Fertiberia. Todo el que tenga alguna memoria recordará la antigüedad de ese falso argumento y todo el que tenga un poco de sentido común convendrá en que, sin demagogias ni cuentos, la disciplina medioambiental que hoy rige dista mucho de ser suficiente para garantizar la integridad de lo nuestro. El Polo sigue siendo un riesgo potencial y grave, y eso debe decirse en voz alta por encima de presiones y chantajes. Por cierto, ¿han visto la parsimonia y el parloteo que gasta para la ocasión de la Mesa de la Ría? Para una vez que podía hacer honor a ese nombre, lo aplazan hasta la vuelta de vacaciones. Prisas, las precisas. Y a otra cosa.