Sobre el fondo dramático de luchas internas que están desgarrando al PS francés, hasta el punto de que, muy probablemente, va a liquidar para una temporada la alternativa de la izquierda del país, la lectura de un curioso libro de conversaciones de Jack Lang con el periodista Jean Michel Helvig, supone una ocasión estupenda para considerar las posibilidades reales que todavía cabe esperar de la libertad personal de los políticos sin perjuicio de su razonable disciplina de partido. Lang, una de las figuras políticas más señeras del último cuarto de siglo, se ha convertido, para bien y para mal, en una referencia obligada en el debate sobre la posible “colaboración” ocasional con el rival político –un tema relanzado en Francia por la exitosa estrategia aperturista de Sarkozy, que ha logrado interesantes incorporaciones incluso de ministros opositores–, es decir, de la posibilidad para el político de trabajar en proyectos adversarios sin perder la dignidad y el decoro que de él debe esperarse. Quien fuera ministro mimado de Mitterand, de Jospin y de Bérégovoy, no ve posible su integración en un gabinete conservador pero tampoco inconveniente en aceptar misiones concretas –de hecho y con gran discreción, ha realizado una en Cuba hace bien poco tiempo—justificadas por lo que él califica en ese libro de “interés superior”. Interesante lección, y desacomplejada que es lo bueno, por parte de este narcisista que antes fue docente y dramaturgo entre otras ocupaciones. Nada debe limitar la libertad de quien ha estado en la vida pública de manera que quede reducido, tras su retiro de ella, a una mera reliquia partidista. Está ya bien de amortizar talentos en nombre de disciplinas que luego cada cual vulnera como puede o le viene en gana. Lang piensa que el PS es para él algo muy importante pero que Francia lo es más.
Leyendo ese alegato he sentido cierta envidia en la medida en que hoy semejante disposición no es concebible en España fuera del supuesto tránsfuga. No sé por qué no podríamos contar aquí con la posibilidad de que un hombre público prestara su concurso –incluso con el beneplácito de su partido, por qué no—al partido de enfrente, de manera que el servicio público primara por encima de las miserias sectarias. Claro que esa posibilidad –no hay más que seguir el hilo biográfico del libro para convencerse—requiere un nivel que no abunda en política y me temo que menos que por ahí, aquí entre nosotros. He cerrado el libro considerando la distancia que en tantos sentidos nos separa de la praxis normal en países con mayor experiencia democrática. A Jack Lang aquí lo hubieran crucificado sus propios sayones sólo por abrir su conciencia como lo acaba de hacer.
Claro, mi don josian, pero búsqueme usted vun Lang (que en Francia no es, como bien sabe usted, ninguna estrella sin par) entre esta pandilla. HJe leído que en Anbdalucía acabvan de nombrar a una secretaria general de Agricultura que es «profesora de danza» y entre los entratntes consejeros y los saleinets hay varios SIN ESTUDIOS o con estudios tardíos y sospechosisimos. Búsqueme un Jack Lang y cuando lo encuentre, avíseme y lo compramos.
¿Usted de dónde saca tiempo para leer. jefe? No nos lo diga, pero continúe leyendo por nosotros, por favor, para proporcionarnos informaciones como la de hoy, que demuestran lo lejos que nuestra democracia y la manera de entenderla queda respecto a otras más antiguas y exigentes.
Esa me la sé, mi doña Berta. Aparte otras mil cosas que hace, nuestro Anfi se quema las pestañas, entre ocho y diez horas al día leyendo. (Creo que duerme poco. Si duerme).
Para que luego me nieguen que es un sabio.
Baci per tutti.
Oui, c’est moi.
Este hombre no acaba de asumir –no se resigna– a que esta política de aquí es de segunda división. No le dé más vueltas y asúmalo, buen amigo.
Aún no me he repuesto de la fábula del billete de 100 dólares que ayer leímos aquí. Era genial y daba qué pensar. Hoy nos trae un acuse de lecturas interesante bajo el que late al legítima ambición de contar en España conn una clase política libre e iulustrada como algunas ajenas, un tema viejo y una preoupación recurrente en su trabajo. Lang ha hecho cosas buenas y otras no tanto, pero hay que reconocer que es un personaje que se pone el mundo por montera y en polítca una actitud así es admirable. Incluso en Francia.
JA nos llama la atención sobre algunas que me parecen claves esenciales, como la crisis sistémica de la democ racia, el fenómeno Besançenot (al que ha dedicado varias columnas EN SOLITARIO), el aperturismo estratégico de Sarkozy, la libertad de Lang, el enigma de Obama… Siempre apredí en mi conversación con él (creo que mutuamente, ejem), pero ahora, con la «madurez avanzada», más todavía.
Leo hoy lunes las entradas del sábado y domingo y sigo , como dice nuestro señor cura, reponiéndome de la fábula del billete de cien euros.
Al señor Lang no acabo de tragarlo, pero si de veras piensa que sirve a Francia y no asi mismo, aceptando una misión de un gobierno de derechas lo doy por buenísimo. Lo malo es que me cuesta creerlo.
Besos a todos.
eso es lo que en cole llamaban compañerismo , en la carrera liderazgo y en la madurez sentido comun primando el bien comun sobre el particular, inteligencia y colaboracionismo es lo que hace falta entre nuestros polticos vocaion y no la vergüenza del transfuga buscando donde pagan el no hacer nada mas caro. un saludo Don Jose Antonio