No deja de ser admirable la juiciosa disciplina del pueblo confinado. Sobre todo, teniendo en cuenta que el túnel reproduce día tras días la misma oscuridad y es humana la impaciencia del confinado que desespera de encontrar la salida. Claro que la pésima gestión de la tragedia contribuye al desasosiego y claro también que sólo reconforta el subido ejemplo de quienes bregan en primera fila. ¿Tendrá salida el túnel, no será ésta más que una ilusión –la visión del ahogado–, una última contorsión de la voluntad? No hay túnel sin salida: un nuevo paisaje, quizá inimaginable todavía, nos aguarda en ella, ajeno a nuestra ansiedad, como tantas veces en la historia de la especie. La esperanza no es sólo una virtud sino un instinto humano que los irracionales no conocen.