Se va a acabar el problema de la limitación de plazas en las grandes universidades, incluso en las de bandera. No habrá, probablemente, de aquí en adelante ni colas para inscribirse, ni cartas de recomendación, ni siquiera peleas por la silla para asistir a clase, sino que cualquiera podrá inscribirse a través de Internet y seguir sus cursos normales, exámenes incluidos. Lo venía ofreciendo la Khan Academy y ahora lo hace nada menos que el Massachusetts Institut of Teccnology, el mítico MIT que, de momento, lanza una oferta mundial consistente en un programa en línea gratuito abierto a todos los estudiantes del mundo. Si la tv constituye un medio pedagógico de incalculable eficacia, esta nueva experiencia –que no sustituye al profesor sino que lo complementa—deja claro que la Red va a revolucionar no sólo la enseñanza sino la cultura en términos generales, en la medida en que, entre otras cosas, su acceso es universal y su capacidad ilimitada. No será preciso ya consultar la duda que nos dejó en suspenso o el matiz que se nos escapó, pues tendremos en nuestras manos la posibilidad de repetir la “clase” cuantas veces necesitemos, aparte de la posibilidad de conectar fácilmente con el lejano tutor al que jamás conoceremos. Hoy hay disponibles en el ordenata cientos de cursos, miles de conferencias para acceder a los cuales no es preciso ya desplazarse a Stanford, sin no que basta con conectarse a su web para convertirse de hecho en alumno virtual. Veremos cómo reacciona la enseñanza adocenada que nos abruma ante este desafío de la excelencia que, no cabe duda que supone una revolución definitiva en el campo de un aprendizaje que también dispone de inmensas bibliotecas disponibles en las que pronto estará completa la huella de nuestra Cultura. Sin que nos percatáramos del todo, hemos dado un salto hacia adelante cuyo alcance no resulta fácil imaginar pero que supone, en todo caso, la democratización radical del saber. Cuando Castell publico su obra “La Sociedad Red” debió leerse más despacio entre sus líneas.
No sabemos a qué mundo nos enfrentamos pero sí que en ese provenir van a cambiar de modo radical las relaciones sociales de un mundo en el que sin salir de casa se podrá estar informado, estudiar hasta las carreras más complejas, manejar nuestros negocios o trabajar a destajo. Las grandes revoluciones no se perciben hasta que ya está maduras y ésta que vivimos es quizá la que va a ponerle broche de oro a un inacabable neolítico del que que hemos sobrevivido de milagro, jugando insensatamente con el fuego que Prometeo robó a los dioses. Al borde de este precipicio, la verdad es que el Hombre no ha sido nunca tan grande.
Ya era hora. Se acabará el monopolio de los mediocres si cualquiera puede acceder al magisterio de los mejores. La Universidad española está en el alero.
No sé qué decirle, don José António, pero a mi , de pronto , me parece que en realidad esta posibilidad no va a cambiar gran cosa, excepto para aquellos poquísimos que, como antes, tienen la voluntad y el cerebro para aprender y progresar solos.
Por otro lado, cuando uno no comprende generalmente es que algo se nos escapa y si repetimos cien veces las mismas explicación, seguiremos sin entender.
Tener en la red a disposición los conocimientos humanos, a mi juicio, va a poner la información a mano para delincuentes y también para algún sabio que de todas formas lo hubiera sido….Lo que no quita que lo he pasado bomba mirando la oferta del MIT…
Besos a todos.