Parece mentira que los empresarios hayan tenido que pedir a los partidos la unidad de posicionamiento y acción para afrontar la crisis galopante e intentar salir de ella. Que haya que solicitar a los políticos que aparquen sus estrategias de confrontación para lograr un peso que, separados, no se alcanzaría nunca. Que sea la sociedad civil –ésa que no se les cae de la boca—la que haya de erigirse en referente del sentido común y la que tenga que denunciar que “partidos” no llegaremos muy lejos. Los desencuentros y forcejeos registrados hasta ahora en la vida política onubense resultan tan desoladores que pudiera pensarse que no han calibrado o que les resbala la gravedad de la crisis.