Ni llevo la cuenta de las ocasiones en que, desde el oficialato, se nos ha disparado con bala por criticar las cataplasmas de la Cámara de Cuentas. Pero vean cómo, desde la propia institución, denuncian ahora su grave complicidad con la Junta que la maneja y la ha manejado siempre, reconociendo nada menos que el “fraude” (sic) perpetrado y la “suavidad” deliberada de sus propios informes que incluso reclamaba por anticipado la propia Junta para saber a qué atenerse. Hace medio siglo que, con dinero público, venimos pagando la Ley y la trampa, el gallinero y la zorra, por lo que cabe preguntarse qué derecho tenían esos sumisos funcionarios para permanecer callados hasta que se les ha venido encima el vendaval. No cabe duda de que, durante demasiado tiempo, han tenido la sartén por el mango y el mango también.