Una doble y discutible convención viene rigiendo desde la Transición entre nosotros. La primera es que la Corona –que reina pero no gobierna—debe callar a pesar del rol conciliador que la Constitución le atribuye. La otra es que sobre la Corona no se habla. Por eso no me extraña el turbión levantado por las opiniones de la Reina, poco acordes con lo políticamente correctas, que aparecen recogidas en el libro de Pilar Urbano. ¿Puede opinar la Corona fuera de los discursos escritos y visados por el Gobierno? Miren, no voy a meterme en la eterna discusión sino para fijarme en el hecho insólito de la celeridad con que la Casa Real se ha sentido forzada a emitir una dudosa réplica que, partiendo de la idea de que la Reina ha resbalado con todo su equipo, no hace sino desautorizarla de plan o y, de camino, tratar de dejar en evidencia poco verosímil a la autora del libro en cuestión. Porque, verán: la Casa Real, que se ha regido habitualmente por la sabia estrategia del silencio y rara vez ha levantado la voz ante rumores y noticias muy graves, se ha apresurado a dar árnica ante la presión de determinadas minorías de moda, como los colectivos de gays y lesbianas, que por lo visto no aceptan que la Reina exprese una opinión que comparte una amplia mayoría de ciudadanos, pero que, curiosamente, parecen de acuerdo en exceptuar a esa mujer de la regla de igualdad y derechos femeninos para convertirla en florero institucional. Una Casa Real que no tuge ni muge cuando se acusa al monarca de enriquecerse desde el poder, de pagar sus amoríos con fondos reservados o de matar un oso previamente briago, cede a la primera ante la declaración de un ‘lobby’ sobrevenido cuyo poder está a la vista. El Rey puede mandar callar a un jefe de Estado; la Reina no puede mostrar siquiera su opinión particular. El marginalismo es como una muñeca rusa: ábrela y saldrán otras.
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Me explico como republicano que soy. Cuando la Reina dice que la ley civil no puede ignorar la natural parece ignorar el progreso que supuso para las civilizaciones el largo proceso de secularización de este último concepto dado el primitivismo y la brutalidad de muchas de esas leyes “naturales”: “no matarás en tan ‘ley natural” como la que establece la lapidación. Pero discrepar conceptualmente del llamado “matrimonio” homosexual es algo que comparte la Reina con la inmensa mayoría y, desde luego, abogar porque el cargo se designe por mérito y no por cuota sexual, también. El problema es, pues, si la Reina puede opinar o no y así como no tendría importaría mi criterio para nada , sí que importa y mucho que desde esos ‘lobbies’ marginales se exija su silencio y la cosificación de su figura. Más claro todavía: ¿alguien cree que la Casa Real hubiera emitido ese pésimo desmentido si los protestantes hubieran sido los colegios médicos, las asociaciones de consumidores o incluso la influyente masonería? Pues yo no. ¿Cómo entender que esa Casa permanezca muda cuando alguien describe al Rey como “hijo de un crápula de condición deleznable (sic)” o lo acusa de corrupto y de organizar el golpe del 23-F y salga perdiendo el trasero a la palestra cuando quien protesta es un colectivo gay y cuatro gatos de menor cuantía? De ninguna manera, ya digo, a no ser que admitamos finalmente que este país está siendo dominado por esos grupos de presión que han pasado de perseguidos a dictadores de lo correcto. Un marginalismo que traga con que la Constitución siga discriminando a las hembras en el derecho de sucesión a la Corona, exige una Reina muda, decorativa, destinada de por vida a permanecer en pie dos pasos detrás de su marido. Este país tiene ya funcionando a toda máquina sus nuevas inquisiciones y no faltaría entre esa ultravanguardia mimada quien pretendiera ponerle su sambenito a la mismísima Reina y pasearla en burro de la Zarzuela a Chueca.
Con dos cojones, a contracorriente, para no variar. Ole mi don josian.
Óle, óle y óle, mi don Jose. Ponerle a los mariquitas dictadores banderillas negras sólo podía hacerlo mejor que yo, su humilde señorita banderillera, el maestro que ha dejado una sabia lección de tauromaquia, asomándose al tenebroso balcón de los dos cuchillos como pitones del bicho.
No es sólo el lobby gay -les podría copiar aquí todo un ensayo que me envió un amigo homosexual, intentando convencerme de que ‘matrimonio’ no tenía ya nada que ver etimológicamente con mater, -tris- sino toda la secta que profesa el pensamiento Alicia, a quienes les gustaría ser aquello del bebé en el bautismo y el muerto en el entierro.
Lo políticamente correcto es ya un fascismo enmascarado que se resume en una fórmula que han puesto en circulación: ‘sí o sí’. Y quien diga ‘no’ o ‘depende’, se le monta en la burra con el caperuz amarillo y se le relaja al poder civil para ser correctamente achicharrado.
Otra cosa es que los republicanos tengamos que ir pidiendo continuamente perdón por no comulgar con flores de lis. Lo del oso borracho, los negocietes bajo el mantel, los amoríos con la perfumista y las tajás con lo que caiga, para mí no son nada comparado con el trile de que la monarquía fue refrendada aquel 6 de diciembre, del que ya mismito se cumplen treinta años. ¿Es pronto todavía para remendarle a la buena señora todos los descosidos, desgarrones y harapos que ha ido perdiendo, dejándole las vergüenzas a la luz o seguiremos admirando el manto de oro y pedrería que una mayoría todavía se empeña en admirar, disimulando, disimulando para no quedar mal con el vecino?
Sin ir más lejos, ¿por qué va a reinar –je, je, miren mi dedo corazón enhiesto- la dulce y graciosa Leonor y no la intrépida amazona divorciada, perdón, separada temporalmente? ¿Cuándo va a cerrarse el modelo de estado, ora confederal, ora federal, ora autonómico o regional? (Esa última palabreja la incluyo solo por meter el dedo en muchos ojos). ¿Cuándo va a reformarse una ley electoral que ha convertido a la pseudodemocracia en una democracia con un poquito más de cafeína, donde sean más de los que caben en una mesa camilla los que pinchen y corten?
Así podría seguir haciendo hasta cien preguntas, pero mejor lo dejamos.
Besos a todos. (Con permiso de la titular del copyright).
Perdón: ‘…una ley electoral que convierta a esta pseudodemocracia -más falsa que un euro de plástico- en una democracia con un poquito más de cafeína’.
Reacciono «a chaud»: pero qué valiente! Qué cierto, qué magnífico!
Cuídese mucho, don José António, cuídese.
Magnífico y certero. Si el par que tiene D. JA fuera de oro habría para reírnos de todas las crisis habidas y por haber.
Dª Epi, estoy por encargar un Delacroix pero que sea su rostro el que guíe al pueblo por este mar de hipocresía, atolondramiento y pensamiento único. Vuecencia dirá si el vestido necesitaría algunos retoques (creo que está un tanto roñoso, yo lo cambiaría por un body tricolor y ajustadito, algo más actual para que realce su augusta esbeltez).
Besos a mansalva.
Más claro y valiente imposible… La tiranía de lo políticamente correcto, de lo progre, de lo gay. Está prohíbido prohibir es lo que exigÁan , pero ahora ellos exigen excusas e imponen su pauta.
A este paso , pronto seremos todos reaccionarios y fascistas….menos ellos.
Besos a todos.
Que va Sra. Marta!, seremos algo peor: Seres libres!
TIENE MANDANGA QUE UN PERSONAJE TAN PUBLICO NO PUEDA HACER USO DE LA LIBERTAD DE EXPRESION TAN DEFENDIDA POR AQUELLOS pederastas disfrazados de gays la mayoria QUE AHORA SE LE ECHAN ENCIMA. UN EJEMPLO MAS DE DE QUE CADA VEZ MANDAMOS MENOS EN NUESTRA JAMBRE, COMO DECIA EL BENI DE CAI. UN SALUDO DON JOSE ANTONIO.