Lo de Punta Umbría –no seré yo quien hable de “saqueo”, por el momento, desde luego—tendrá muchas claves, pero hay una clara como el agua: que ese “amigo político” adjudicatario de la parcela al que le quedan quince días para abonar los 14 millones de euros (el PSOE se la había adjudicado antes en sólo 2’8 millones, no se olviden) se verá presumiblemente libre de ese mal trago si cumplimenta, como ha anunciado, una petición de aplazamiento que la actual mayoría PSOE/trásfugas le concederá sin la menor duda. Luego no quieren que se hable, que se diga y que se despelleje, pero la verdad es que no se cortan un pelo para hacer estas operaciones que, circunstancialmente susceptibles o no de pruebas, constituyen un auténtico desafío al sentido común. ‘Qui prodest?’, preguntaban los juristas romanos, a quién beneficia el tema: y ahí apuntaban su maquinaria jurídica. En Punta está más claro que el agua a quien beneficia este meganegocio del urbanismo jamás conocido en estas latitudes. Cada cual que saque, libre y honradamente, su conclusión.
‘Cui prodest?’ ¿A quién beneficia? ‘Cui’ es dativo de interés, querido amigo.
Por supuesto, querido latino, muchas veces lo he utilizado así. Siempre que no me lo ha estropeado el corrector automático, supongo, o tal vez, cuando he estado más atento. Recordemos a Séneca en «Medea» (es el ejemplo que se pone siempre, como sabes): «Cui prodest scelus, is fecit», el beneficiario del delito es el autor. Un poco exagerado, me parece, porque hay veces en que crímenes ajenos te benefician. ¡Así de jodida es la circunstancia humana!