Ni entro ni salgo en las críticas a la instrucción que está llevando a cabo la juez Alaya. En Derecho, más que en otras disciplinas, caso todo es opinable, y además no cabe dudar de que estos macrocasos derivados de la corrupción son madejas no siempre fáciles de devanar. Por ese entiendo que son intolerables las declaraciones formuladas tanto por el presidente del TSJA, como por el del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial que han venido a sumarse a los numerosos ataques que, desde la orilla política, se vienen produciendo a diario. Puede que lleven razón los que argumentan que la juez ha debido gestionar en piezas separadas ese inmenso batiburrillo, y la llevan, por descontado, quienes descubren la pólvora diciendo que si Alaya no imputa a los aforados es porque no quiere “perder” el caso en favor de otra jurisdicción especial. Pero me parece insólito que las más altas instituciones judiciales irrumpan sin consideración el ámbito de independencia de una juez que, eso sí, con toda seguridad, ha hecho presa con firmeza y amenaza políticamente a esas altas instancias políticas. ¿Que el caso va siendo ya largo? Pues ¿y qué me dicen esos Presidentes del “caso Gürtel”, del “caso Faisán”, o del “caso García Goena”? ¿Nada tenían que decir mientras la Junta obstaculizó la instrucción hasta forzar un conflicto de competencias o cuando, al fin, le envió la documentación al Juzgado en un cajón de sastre? ¿Puede la máxima autoridad de los jueces deslizar la idea de un posible expediente a la juez sin menoscabar su independencia y autoridad?
El “caso EREs” se ha convertido en un polvorín y no hay que olvidar la decisiva influencia que la política tiene las altas magistraturas desde que un Gobierno del PSOE decidió, en palabras de Guerra, enterrar a Montesquieu. Y la juez Alaya se ha convertido en una amenaza cierta para el “régimen” regional al tiempo que en el pimpampún de quienes quisieran ver liquidado ese peligro. Aquí lo que se juega es nada menos que la voladura de ese “régimen” y ante eso no habrá modo de que se renuncie a acosar a esa juez que, en la soledad más sonora, anda empeñada legítimamente en ejercer con independencia su función. ¿Por qué no la ayudan las altas instancias en lugar de tratar de desprestigiarla? Desde luego no será porque hayan descubierto ahora la lentitud de una Justicia maltratada que ya milagrea bastante sólo con sobrevivir.
¿Qué pasa, que nadie se quiere mojar? Pues no nos quejemos luego cuando necesitemos peces…
En una larga vida profesional he visto nada parecido: ¡el máximo responsable de la independencia judicial desprestigiando públicamente a un juez! Ya no hay forma de distinguir entre política y Justicia cuando se producen ciertas situaciones en las que el Poder político se ve comprometido. Estoy por completo de acuerdo con la opinión de la columna y con la expresada ayer en el artículo dominical del director de El Mundo Rosell.
Bien visto el hecho de que tal vez se hubiera podido gestionar la instrucción separando churras de merinas, pero, en último caso, lo que clama al cielo es esta larga campaña contra una juez. Yo me pregunto hasta dónde llegarían las quejas feministas si fuera la derecha quien organizara este linchamiento creciente. Pregunta ingenua, sin duda. Creo que la Junta saldrá salpicada con gravedad de este mangazo a gran escala que los Presidentes tendrían que conocer por fuerza. Y me entristece pensar que tanta injuria no tenga otro objetivo que arrebatar a la juez un caso en el que al parecer se está dejando la salud.
Es usted un altavoz del PP, pero no conseguirán nada.
No me resisto a copypastear una frase que hace ya un tiempo tomé en apunte de L’Adige, un periodiquito casi alemán de Trento. Voilá: «Vent’anni fa le monetine contro Craxi»: Si era in piena epoca Tangentopoli, e Craxi era stato raggiunto da diversi avvisi di garanzia per corruzione e finanziamento illecito di partito.» Era el 30 de abril.
¿Sirvieron de algo aquellas ‘mani pulite’? Sin dudar de la limpieza exquisita de las bellas manos de Alaya, ¿servirán para desfacer el retrucado entuerto de los treinta llamados años? ¿Lo son también las del juez Ruz, al estrujar la esponja pestilente que oculta bajo sus alas la gaviota?
Pues tras aquellas manos limpias que hace veinte años hicieron caer de un papirotazo el tinglado italiano, bien poco tardó en levantarse un nuevo artefacto tan igual o más corrupto en la Bota. Y es que aquel pueblo, como el nuestro, ¡el pueblo! es más dado a la picardía y al trile que al limpio juego entre caballeros. De tales troncos, tales ramas.
Jo, con la cursiva. Pero aprovecho para proclamar que mi etapa hermafrodita ya terminó. (No debería uno haber leído tanto teatro).